martes 15 de octubre de 2024
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«Atletismo mental», de Andrés Rieznik

RIEZNIKAtletismoMental

¿Les resulta difícil memorizar la lista del supermercado o la fecha de cumpleaños de sus amigos? El Atletismo Mental es una novedosa disciplina que enseña a mejorar nuestra memoria y nuestra capacidad de cálculo a través de una creativa fusión de técnicas milenarias y recientes descubrimientos neurocientíficos. Este libro parte de los increíbles estándares de algunos atletas mundiales y se pregunta si se trata de genios, de individuos con habilidades extraordinarias, o si en realidad cualquiera de nosotros podría superarlos. Y la respuesta es alentadora: si bien existen diferencias genéticas entre las personas, ser un Einstein o un Mozart es posible con una adecuada guía de entrenamiento.

Andrés Rieznik detalla las técnicas fundamentales del Atletismo Mental valiéndose de ejemplos y ejercicios llenos de humor, y hasta de algunos de los secretos mejor guardados por magos e ilusionistas. Y además, explica cuáles son las bases biológicas de los procesos mentales, cómo se forman las conexiones cerebrales nuevas, qué cambios surgen en el cerebro de un niño que aprende a leer, qué hábitos son realmente eficaces para mantener las neuronas bien despiertas, y nos pone al día de los últimos descubrimientos en neurociencias y sus más fascinantes experimentos.

A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

¿Genio se nace?

Hay quienes piensan que grandes figuras como Albert Einstein o Isaac Newton llegaron a sus revolucionarios descubrimientos en completa soledad. Así a Newton se le habría ocurrido la idea de gravedad al ver caer una manzana mientras paseaba bucólicamente por el campo. Y Einstein, que trabajaba como técnico en un puesto de escasa relevancia en la oficina de patentes de Viena, a los 25 de edad, en su “año milagroso”, habría publicado tres artículos que cambiarían para siempre la historia de la física y del mundo. Lo que estas verdades parciales esconden es que, en realidad, tanto Newton como Einstein estaban perfectamente informados sobre los últimos avances teóricos y experimentales del momento. Los conocían con tal nivel de detalle, los habían estudiado con tanta profundidad, que su mérito consistió mucho más en llevar las ideas de su época hasta sus últimas consecuencias lógicas que en pensar algo totalmente por fuera de las discusiones de su tiempo.

En realidad, Newton escribió los Principia, que dieron nacimiento a la física moderna, luego de que su amigo el astrónomo Edmund Halley lo desafiara a probar matemáticamente algo que los científicos más avanzados del momento ya intuían: que las órbitas en forma de elipse de los planetas pueden ser explicadas por el hecho de que dos cuerpos se atraen con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia.

Y Einstein concibió la Teoría de la Relatividad llevando hasta las últimas consecuencias los resultados derivados de un experimento bien conocido del momento, que probaba que la velocidad que medimos de un rayo de la luz es siempre la misma independientemente de que nos estemos moviendo nosotros al medirla o no.

El entrenamiento cerebral, la perfección, la creatividad y la genialidad no se pueden adquirir a través de atajos. Hay que hacer un esfuerzo permanente, leer mucho, educarse y seguir algunas verdades simples. ¡Y que no decaiga! Porque, si eso ocurre, los beneficios disminuyen rápidamente. La exigencia intelectual continua es la única receta que asegura el mantenimiento del cerebro.

El precio ineludible a pagar por la genialidad matemática tal vez se encuentre mejor reflejado en una entrevista que el escritor y matemático argentino Guillermo Martínez le realizó al matemático más brillante que conocí en persona: Gregory Chaitin. Chaitin es el fundador de una nueva rama de la matemática denominada Teoría Algorítmica de la Información y es, además, un divulgador de primer nivel. De hecho, al discutir el concepto de información en este libro, en buena medida me he basado en sus artículos de popularización de la matemática. En la entrevista, Chaitin ofrece un bello ejemplo: “Una vez, estaba escalando una montaña en el norte del estado de Nueva York. Caminaba con un grupo de amigos bajo la lluvia y todo el tiempo pisábamos el barro. Pero cuando hicimos cumbre vimos que, por encima de la capa de nubes, estaba la cima y había un sol resplandeciente. Se veía la planicie blanca de las nubes y, a lo lejos, los otros picos que emergían. Es la misma sensación de euforia que se tiene cuando, después de muchos años de luchar contra la propia ignorancia, de pronto uno se da cuenta de cómo mirar las cosas, y todo se hace hermoso y uno tiene la sensación de ver más lejos. Es un momento maravilloso, el premio, es como Dios retribuye ese esfuerzo… cuando uno tiene suerte. Pero el precio que se paga es alto, y es el de estar obsesionado con el problema, como con una herida, como con una piedra en el zapato. Por lo menos en mi caso, y Einstein ha dicho lo mismo, creo que hay que estar obsesionado. Y yo no aconsejaría a nadie llevar este tipo de vida… porque eso arruina la de aquellos que están cerca”.

Como vemos, el costo no es menor. En mi caso, las personas más brillantes que conozco son sin duda efectivamente así: seres obsesivos cuya conducta (y hasta higiene) personal dista bastante de ser un ejemplo. La imagen popular de Einstein no ayuda a comprenderlo, porque el tiempo lo ha transformado en un viejo bonachón, casi un monje budista de benevolencia infinita.

¡Pero Einstein abandonó a sus hijos! Cuando murió, hacía veinticinco años que no veía a algunos de ellos. Y además llegó a proponerle casamiento a la hija de su novia, dejando a ellas la tarea de decidir con cuál de las dos él se casaría, pues le daba lo mismo casarse con la hija, con quien en verdad nunca había estado, que con la madre.

De manera que si ustedes son de los que compran libros que prometen transformarlos en una máquina de aprendizaje rápido, están perdiendo su tiempo. Todos podemos ser genios, pero debemos arremangarnos para lograrlo.

 

Aprendiendo a bailar el tango

Adquirir habilidades propias de un especialista de elite sigue al pie de la letra las recetas de la abuela, corroboradas hoy por los estudios cognitivos: mucha, mucha práctica, exposición a buenos ejemplos, atención al feedback y esfuerzo mental permanente. Pero analicemos un poco más de cerca este consejo, para comprenderlo mejor y conocer cuáles son los hábitos que pueden llevar a la excelencia en cualquier área. Tanto el proceso de adquisición de habilidades como su perfeccionamiento son más o menos idénticos para todas ellas. Existen tres etapas, que describiré utilizando un ejemplo conocido por todos: la habilidad de escribir en un teclado.

En general, todos comenzamos haciendo un gran esfuerzo mental para conocer dónde está ubicada cada letra, y poco a poco vamos avanzando al ejercitar la memoria y la capacidad motora. En esta etapa, sin duda mejoramos aceleradamente. Después de un tiempo de práctica, alcanzamos un umbral y una velocidad que nos parecen aceptables, por lo que dejamos de esforzarnos en hacerlo más rápidamente. Es cuando ocurre algo bastante llamativo: pasamos el resto de nuestra vida tecleando casi todos los días, a veces durante horas, sin mejorar ni un poquito nuestra cualidad de mecanógrafos. Alcanzamos una zona de confort que sentimos como necesaria y suficiente para nuestros objetivos y dejamos de esforzarnos y de aspirar a más.

Lo increíble es que podríamos seguir mejorando notablemente si nos pusiéramos como objetivo teclear cada vez más rápido y prestar atención a las teclas que nos cuestan más, exigiéndonos tiempos cada vez menores y monitoreando nuestra performance. No lo hacemos, simplemente, porque nos mantenemos en la zona de confort.

No hay aprendizaje ni progreso sin esfuerzo mental. Nada que ustedes tecleen mientras están pensando en otra cosa los ayudará a mejorar; para ello deberán concentrarse, estar atentos a los errores, entrenar una dificultad específica por vez, trabajar a conciencia. En todo es así.

Lo mismo pasa, por ejemplo, en el baile. En el tango y la milonga, la enorme mayoría de las personas toma algunas clases y mejora enseguida. Luego llega a un nivel en el que siente que podría ir a una milonga y salir a la pista sin hacer papelones, por lo que deja de tomar clases. Muchos milongueros y milongueras bailan así durante décadas sin mejorar su desempeño. Se mantienen en la zona de confort. Sin embargo, cuando uno estudia a los grandes bailarines de hoy, como Chicho Frumboli o Sebastián Arce, ellos no escapan a la regla de la excelencia: estuvieron décadas trabajando obsesiva y esforzadamente su baile antes de llegar al nivel que alcanzaron.

Cualquier aprendizaje es análogo al del ejemplo. Existen tres fases: la inicial, en que el esfuerzo es grande y la mejora es rápida; la de confort, donde uno se estanca a menos que haga un esfuerzo consciente por producir avances y, si hace el esfuerzo, la última fase, la del perfeccionamiento a conciencia, saliéndose siempre de la zona de confort.

¿A qué nos referimos con salir de la zona de confort?

Es fácil entenderlo introspectivamente.

La zona de confort es aquella en que realizamos tareas más o menos de manera automática.

Cuando se estudia a los deportistas, a los músicos o a los científicos de elite, a los mejores de los mejores en sus respectivas áreas, se observa que lo que los diferencia de sus colegas más capaces no son las horas invertidas en practicar o entrenar. En el nivel en el que se mueven, ¡todos trabajan horrores! Sino que esas horas invertidas en práctica y entrenamiento siempre apuntan a mejorar algo a conciencia, realizando esfuerzo mental, avanzando hacia aspectos que no dominan del todo. Es decir, saliendo de la zona de confort.

El esfuerzo mental requiere concentración; sin embargo, la característica fundamental de los circuitos neuronales para el aprendizaje y el perfeccionamiento es la pereza. Por ello son pocos los que logran llegar en cualquier área a la elite mundial, a estar entre el puñado de grandes especialistas. Quienes lo hacen pueden haber tenido alguna ventaja innata en su especialidad, pero mucho más determinante es su capacidad de mantenerse años y años practicando constantemente por fuera de la zona de confort.

En eso tal vez tienen una ventaja genética: sabemos que las variaciones en los rasgos de personalidad son el 50 por ciento genéticas, por lo que tener la paciencia y la persistencia necesarias puede ser fruto, en buena medida, de la biología. Muchos de los especialistas de elite pasan su vida entrenando en un estado de flujo, un estado de concentración sin esfuerzo. La forma ideal de mejorar en cualquier actividad que realicemos es mantenernos siempre por fuera de la zona de confort una vez finalizada la primera etapa de aprendizaje rápido. La pasión por lo que uno hace se transforma en prioritaria: el esfuerzo cerebral provoca un cansancio natural, cuya superación depende de entrar en ese estado de flujo mental en el que el tiempo parece detenerse. Y la concentración se logra gracias a la pasión y la vocación.

El consejo vale también para aquellas áreas en las cuales, si bien no estamos interesados en transformarnos en expertos de elite ni mucho menos, queremos dar un paso adelante. Cuando ustedes practiquen las técnicas de cálculo mental enseñadas en este libro, su mejora dependerá de intentar hacer algo que esté un poco más allá de sus posibilidades. En la mayor parte de las actividades de nuestra vida diaria, nos mantenemos en la zona de confort. Como cuando tecleamos todos los días, o manejamos el automóvil durante cuarenta años sin hacer ningún progreso.

 

Subir la montaña

Arrojemos un manto de optimismo en nuestra búsqueda de ejercicios para entrenar el cerebro y ayudarnos a ser “más inteligentes”. La clave está en notar que esos ejercicios no deben ser sólo mentales, sino también físicos.

Una montaña de evidencias ha comprobado que el ejercicio corporal y una alimentación saludable son los mejores aliados a la hora de mantener la mente en forma. Y cuantos más años tengamos, más importante es esta recomendación. Paradójicamente, para muchos el deporte es cosa de jóvenes, cuando debería ser lo contrario.

No voy a detallar aquí a qué me refiero con “ejercicio físico y alimentación saludable”, aunque confieso que el tema me interesa bastante y que, si bien hoy en día no sigo tan de cerca las últimas novedades en la materia, hubo una época de mi vida, entre los 22 y 28 años más o menos, en la que estudiaba toda la literatura científica y de divulgación sobre el asunto que caía en mis manos. Vivía en Brasil, y como me había contagiado del cuidado obsesivo y narcisista del cuerpo tan común en ese país, me anoté en un gimnasio por primera vez para nunca más abandonarlo.

Me atrevo a dar la siguiente buena noticia: las reglas que rigen una alimentación sana y un ejercicio físico saludable son simples. Hay mucho, mucho, mucho charlatán dando vueltas por ahí, así como demasiadas dietas y métodos milagrosos; pero cualquiera que haga una investigación crítica y escéptica puede encontrar estudios serios y seguir las reglas y recomendaciones. Me animo también, con perdón de nutricionistas, médicos y profesionales de la salud por mi atrevimiento, a dar un consejo sobre su área de especialidad: no esperen ver grandes resultados si no tienen en cuenta los dos componentes de la buena salud: el ejercicio físico y la alimentación. Cada uno por separado no tiene ni de cerca el excelente resultado que producen combinados. Y para el ejercicio físico, lo mismo vale en relación con los ejercicios aeróbicos (de resistencia) y los anaeróbicos (de fuerza): no es uno o el otro, hay que hacer los dos o el efecto no será todo lo positivo que podría ser. Y, para los aeróbicos, cabe aclarar que lo óptimo es que incluyan intervalos de alta y baja intensidad para llevar al límite, durante algunos instantes, el sistema respiratorio y circulatorio. Así que, por ejemplo, no sólo es recomendable salir a correr durante veinte, treinta o cuarenta minutos, sino también hacer “tiros”, como correr cien metros lo más rápidamente posible. Claro que, antes de comenzar, por supuesto consulte a su médico.

Hemos visto en este capítulo los secretos para transformarse en un experto en cualquier área de actividad humana, sea la ciencia, el arte o el deporte. Sin atajos ni magia, pero con algunas reglas claras a seguir. Utilizando, además, métodos desarrollados durante miles de años por la humanidad.

Antes de revelar las técnicas utilizadas por los atletas mentales para hacer lo que saben hacer, vayamos bien adentro de nuestro cerebro para saber qué cosas se modifican cuando pensamos, recordamos o calculamos.

Atletismo mental
Primer manual de Atletismo Mental en lengua castellana. Brinda las técnicas de esta poderosa disciplina y explica las claves del funcionamiento del cerebro mientras las ejercitamos. Un libro para ampliar los límites de nuestras facultades cognitivas, lograr una memoria prodigiosa y mantener nuestro cerebro en forma.
Publicada por: Sudamericana
Fecha de publicación: 07/01/2016
Edición: 1a
ISBN: 9789500755412
Disponible en: Libro de bolsillo

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