viernes 19 de abril de 2024
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«Tu supercerebro», de Kaja Nordengen

¿Cómo funciona el cerebro? ¿Es posible modificar su funcionamiento? ¿Y entrenarlo? ¿Existen alimentos que nos ayuden a recordar mejor? ¿Es posible activar zonas que no usamos habitualmente? ¿Y alcanzar la felicidad por el sencillo expediente de obligarnos a sonreír todo el tiempo?

Tu supercerebro es un libro acerca de todos los secretos del órgano más increíble de todos. Tu cerebro aprende, se enamora e interpreta patrones complejísimos. Pero también te hace tomar malas decisiones y recompensa tus adicciones. Tu cerebro, en definitiva, te vuelve quien eres.
Dividido en trece breves capítulos, este libro describe cómo funciona el cerebro, cómo está construido desde el punto de vista físico, con nervios, sinapsis y la corteza cerebral, pero también cómo funciona en un nivel más abstracto, desde cómo nos enamoramos hasta por qué buscamos nuestra propia identidad. Acompaña a la neuróloga Kaja Nordengen en su fascinante viaje a través de este territorio inexplorado y averigua todo lo que hoy se sabe acerca del cerebro humano.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

 

La sonrisa es la causa de la felicidad

Sonreír te pone más contento. Los músculos de la cara envían una señal al cerebro que contribuye a modificar tu humor. Personas a quienes se les pidió que sonrieran mientras veían la proyección de una película de dibujos animados se divirtieron más que otras a quienes se les pidió que arrugaran la frente. Cuando pones una expresión de enojo, esto provoca que se active el centro del enojo y el temor en tu cerebro, o sea, la amígdala. El tratamiento con bótox reduce la activación de la amígdala, un hecho que corrobora la hipótesis de que el cerebro recibe las señales de los músculos faciales y que esto influye en cómo nos sentimos. El bótox es un veneno para neuronas. Cuando se inyecta en los músculos de la cara, estos dejan de funcionar, porque las neuronas que controlan los músculos ya no logran enviar señales.

Parte de las arrugas que se nos forman en la cara están provocadas por el hecho de que unos pequeños músculos faciales se contraen de modo que la piel se arruga. Por lo tanto, es posible librarse de las arrugas destruyendo los controles neuronales de esos músculos con bótox. La aplicación de bótox en el músculo superciliar, un pequeño músculo ubicado en el entrecejo que ayuda a arrugar la cara en una expresión de enojo, está entre los más estudiados. Un grupo de investigadores descubrió que nueve de diez personas que habían sufrido de depresión profunda al menos seis meses antes de recibir un tratamiento con bótox se habían librado de la depresión dentro de los dos meses siguientes a que desaparecieran de su frente las arrugas de enojo. El bótox no es en absoluto un tratamiento probado o recomendado para la depresión pero, no obstante, el estudio sirve para corroborar un punto importante: tal vez es más difícil deprimirse cuando las arrugas de enojo y tristeza desaparecen y el rostro está relajado.

El mal humor es malo para ti…

… y el buen humor, bueno. Sin embargo, las cosas no siempre son tan fáciles como este título puede hacer creer. Nuestros humores son controlados por mecanismos mucho más complejos que los simples músculos faciales. A pesar de esto, tienen razón aquellos que, no obstante, sostienen que el mal humor es algo que solo existe en tu propia cabeza.

El mal humor, al igual que la tristeza, es algo que todos experimentamos. Siempre hay algo que te apena: una película triste, una traición, desilusiones o pérdidas. Pero, cuando la situación cambia y el tiempo pasa, la mayoría de la gente suele sentirse menos triste. La depresión, en cambio, es más que eso. La depresión no forma parte de nuestro espectro natural de sentimientos, sino que es una enfermedad que afecta la forma en que pensamos, actuamos y vemos el mundo. La depresión es mucho más amplia y profunda que la tristeza y rara vez es causada por un acontecimiento específico. La depresión te quita energía, motivación y la capacidad de sentir alegría, entusiasmo, satisfacción o sentido en tu vida diaria.

Una depresión no es solo negativa para ti porque te impide alegrarte por cosas que naturalmente te darían alegría. Las personas deprimidas o pesimistas también viven menos que aquellas que no lo son. Esto se puede deber a muchas razones. ¿Quizás la persona deprimida se aísla, de modo que a la vez a los otros les resulta más difícil ayudarla cuando lo necesita? ¿Quizás ella misma se descuida? ¿O sencillamente es el estrés crónico el que daña el cuerpo y el cerebro? En este último caso, es bueno saber que la medicación contra la depresión ayuda a que, de hecho, se generen muchas neuronas nuevas.

Es una antigüedad considerar la depresión una enfermedad psíquica. Un cambio en el estado de ánimo significa una alteración en la química del cerebro. Un cambio en el humor significa un cambio en la actividad de alguna región del cerebro, un cambio en alguna conexión neuronal que utilizamos y en algún neurotransmisor que se libera entre las neuronas. Todos, cambios enteramente físicos.

El neurotransmisor que ha recibido más atención en los estudios sobre la depresión se llama serotonina. La serotonina contribuye a la calma y al optimismo. Normalmente, esta sustancia se libera en los espacios entre las neuronas, y parte de ella llega a los receptores de las otras neuronas (consulta la figura 10). Muchos estudios han demostrado que las personas con depresión profunda tienen menos receptores para absorber las señales de serotonina. Estos estudios han sido de una importancia crucial, porque nos muestran que son ciertos cambios físicos en el cerebro los que provocan la depresión. Por lo general, el exceso de serotonina en el espacio entre las neuronas es reabsorbido por la neurona que la liberó. Sin embargo, si la persona toma un cierto tipo de medicación contra la depresión, la serotonina ya no puede ser reabsorbida por la neurona que la liberó. Ese exceso de serotonina, por lo tanto, permanece más tiempo en el espacio intermedio y una cantidad mayor logra actuar sobre los receptores de las otras neuronas. Esto puede contribuir a normalizar la señal de serotonina en aquellas personas que tienen menos receptores. Muchas personas que sufren de depresión mejoran su calidad de vida con estos medicamentos, lo que llevó a que en Noruega se los apodara píldoras de la felicidad. No obstante, estos remedios no vuelven a todos más felices. Sencillamente no funcionan para todos.

Esto se debe a que la depresión no es un fenómeno único, sino varias afecciones con síntomas similares. Aún no sabemos lo suficiente sobre los procesos químicos que se esconden detrás de la depresión como para poder decir cuántas afecciones abarca realmente y dar un tratamiento específico. Quizás en el futuro podamos tomar una imagen del cerebro que, por ejemplo, muestre la cantidad de receptores de serotonina en las distintas regiones del cerebro y, de ese modo, saber si los medicamentos que influyen en las señales de serotonina tendrán realmente o no efecto en un paciente determinado.

En las personas con depresión que al parecer tienen cantidades normales de serotonina en el cerebro puede ser el neurotransmisor dopamina el que desempeña el rol decisivo. Si tu cerebro no puede recibir cantidades normales de dopamina, te sentirás menos alegre y hasta quizás triste, incluso después de una experiencia que, vista objetivamente, habría resultado agradable o placentera.

En los últimos años se ha prestado atención al hecho de que las personas con párkinson a menudo padecen de depresión, en muchos casos incluso antes de que se les diagnostique párkinson. El párkinson es una afección en la que mueren las neuronas que envían la señal de dopamina desde el tronco del encéfalo a los ganglios basales. Constituye un ejemplo de enfermedad en la que los médicos se concentran en el aspecto clásicamente considerado físico, en este caso en particular, un temblor en las manos cuando están en reposo y problemas para ponerse en movimiento. A pesar de que sabemos desde hace años que síntomas como depresión y pérdida del olfato aparecen primero, son los síntomas fácilmente detectables, como los relacionados con la motricidad, los que se consideran esenciales para su diagnóstico. Ya sabemos que la dopamina es un neurotransmisor del cerebro que es importante o está asociado con la motivación y la recompensa, y en los pacientes con párkinson vemos cómo la falta de este neurotransmisor no solo genera trastornos para ponerse en movimiento, sino también inercia y depresión. Sin embargo, no todas las personas que padecen párkinson están deprimidas: solo el 45%. Si se comparan los pacientes con párkinson que no padecen de depresión con aquellos que sí, se ve que estos últimos tienen menos receptores de dopamina en el sistema límbico. Los medicamentos que aumentan la cantidad de dopamina actúan no solo sobre los desórdenes de motricidad, sino también sobre la depresión. En los ratones se ha visto que la inhibición de dopamina en el mesencéfalo provoca síntomas de depresión, mientras que un incremento de la señal de dopamina reduce la depresión. Hemos llegado a la conclusión de que los cambios físicos en el cerebro de los pacientes con párkinson, es decir, la muerte de las neuronas que generan dopamina, no solo provocan dificultades motrices, sino también depresión.

El hecho de que la depresión sea una alteración física en el cerebro no significa, sin embargo, que no puedas librarte de ella. Tanto las terapias convencionales como las estrategias que es posible aprender para hacer frente a los pensamientos negativos, junto con la medicación, generarán también modificaciones en el cerebro. De ese modo, podrás librarte del estrés crónico que la depresión trae consigo y que, a la larga, puede resultar perjudicial para tu salud.

El monstruo de ojos verdes del cerebro

Si te pones verde de celos, es la región de la corteza que se encuentra entre los hemisferios derecho e izquierdo, vulgarmente conocida como zona de los celos, la que se dispara. Los celos son un sentimiento habitual que aparece como resultado del temor a perder algo que queremos. Cuando sujetos de estudio leyeron información sobre personas que eran más importantes que ellos, esto les provocó celos y produjo simultáneamente la activación de esa zona. El placer por el sufrimiento ajeno, por otro lado, activa un campo en los ganglios basales que se encendió cuando los individuos estudiados se enteraron de una desgracia que afectaba a alguien a quien envidiaban.

Sexo en el cerebro

Para poder tener una experiencia sexual completa, es necesaria la labor conjunta y simultánea de casi todas las partes del cerebro. Empleas el lóbulo occipital cuando ves un vestido muy escotado o una camiseta que marca los bíceps. Si posas allí tus manos, llegan señales de lo que sientes hasta el lóbulo parietal en el hemisferio opuesto. El reconocimiento de lo que te parece atractivo se produce, sin embargo, en el lóbulo frontal, con la colaboración del sistema límbico. Con la ayuda del lóbulo frontal el foco de tu atención se concentra en lo que te atrae y prestas mucha menos atención al resto de las cosas que tienes alrededor. Además de la activación de diferentes regiones de la corteza cerebral, también son completamente decisivos todos los cambios hormonales. Y también estos son controlados por el cerebro. Si bien para una experiencia sexual completa es importante el trabajo conjunto de muchas regiones distintas del cerebro, basta, de hecho, con la estimulación de la corteza en la hendidura entre los hemisferios para producir la erección en los primates.

Un orgasmo se produce, sin embargo, con la activación de casi la totalidad del cerebro, a excepción del lóbulo frontal y la amígdala. La desactivación del lóbulo frontal es comprensible, ya que esto permite dejar de pensar. La desactivación de la amígdala, que por lo demás suele estar implicada en emociones primitivas, sin embargo, no se comprende del todo. Se cree que es esta desactivación la que puede llevar a la hipersexualidad y al comportamiento sexual indiscriminado que aparece con ciertos daños cerebrales.

Algunos daños cerebrales pueden provocar un incremento del placer sexual, pero también pueden llevar a buscar mantener relaciones sexuales con objetos inusuales o “parejas” de otras especies. Con un daño en lado interno del lóbulo temporal, donde tenemos tanto el hipocampo (que es importante para la memoria) como la amígdala, se puede padecer de un síndrome denominado de Klüver-Bucy. Como la mayoría de los síndromes, se llama así por el investigador que primero lo describió. Las personas con este síndrome sufren de grandes trastornos de la memoria y no logran almacenar nuevos recuerdos. Además de muchos otros padecimientos, carecen también de la capacidad de sentir miedo y enojo. Sin embargo, su sexualidad permanece intacta.

El programa radial estadounidense Blame contó una vez la historia de Kevin, un hombre que era muy querido por todos los que lo conocían. Kevin había sufrido de epilepsia en su adolescencia, pero afortunadamente los neurocirujanos lo habían ayudado a librarse por completo de los ataques extirpándole la parte del cerebro que los provocaba. Llegó a casarse con una muchacha a la que amaba y conseguir un trabajo que le gustaba, antes de que los ataques comenzaran gradualmente a reaparecer. Kevin decidió operarse una vez más.

Tu supercerebro
Un libro ágil y entretenido acerca de cómo funciona nuestro cerebro.
Publicada por: Planeta
Fecha de publicación: 08/01/2018
Edición: 1a
ISBN: 978-950-12-9608-2
Disponible en: Libro de bolsillo
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