En este libro aprenderemos que ciertos años han durado 445, 385 o 251 días, que determinadas fechas han sido suprimidas del calendario, que otras, por el contrario, fueron agregadas, que Francia jamás abandonó la hora impuesta por los alemanes en 1940, que los etíopes festejaron el año 2000 en 2007, que los soviéticos inventaron una semana de cinco días o que el segundo que utilizamos es, de hecho, demasiado breve.
Pero sería un error no ver en este trabajo más que una acumulación de anécdotas: reunidas, todas esas pequeñas historias tejen la historia más global de la manera en la que los hombres han concebido sus instrumentos de medición del tiempo, la difícil búsqueda del calendario “ideal”, el proceso que ha llevado a la armonización de las costumbres en materia de punto de origen o de cambio de milésimas, la de los sistemas horarios; los diferentes relatos de tentativas de instauración de sistemas alternativos de medición del tiempo.
A continuación un fragmento, a modo de adelanto:
5. Muertos en la misma fecha… Pero no en el mismo día
El pasaje al calendario gregoriano. Acto II
William Shakespeare y Miguel de Cervantes murieron los dos en la misma fecha, el 23 de abril de 1616, pero no en el mismo día. Y, de nuevo, el culpable de este asunto es Gregorio XIII…
Como consecuencia de la reforma del calendario iniciada por el sumo pontífice en 1582, el mundo cristiano se encuentra muy pronto cortado en dos, situación que se prolongará durante todo el siglo xvii. De un lado, los católicos que, casi todos, han adoptado el nuevo calendario gregoriano. Del otro, los protestantes y los ortodoxos que, en su inmensa mayoría, han rechazado la reforma y prefirieron mantener el antiguo calendario juliano. Con lo cual estos últimos acusan un retraso de diez días sobre los primeros, tanto como el desfase entre los dos calendarios. La frontera que separa esos dos mundos es pues más que geográfica o ideológica: es temporal.
Y Cervantes y Shakespeare murieron cada uno a un lado de esta extraña frontera. La muerte del primero, el 23 de abril de 1616 del calendario gregoriano, en Madrid, se produjo así diez días antes de la muerte del segundo, el 23 de abril de 1616 del calendario juliano, en Inglaterra. A causa de esta coincidencia de fechas, la UNESCO decidió en 1995 hacer del 23 de abril el Día Internacional del Libro, sin que sepamos si la venerable organización internacional es consciente de que los dos escritores en realidad no murieron el mismo día…
Pero esta anécdota no es nada frente a la innumerable cantidad de molestias que ha debido resultar de ese curioso siglo xvii de doble temporalidad. En efecto, es fácil imaginar los malentendidos que pudo generar entre comerciantes y gobiernos la utilización concomitante de dos sistemas de medida del tiempo a la vez tan próximos y tan diferentes. En el capítulo de las paradojas, se puede también citar el curioso viaje en el tiempo del rey Guillermo III, que salió de los Países Bajos el 11 de noviembre de 1688 y llegó a Inglaterra “seis días antes”, el 5 de noviembre.
Esta Europa dual, propicia a la confusión temporal, va a comenzar a difuminarse en el siglo XVIII, una vez que las tensiones entre protestantes y católicos se han apaciguado y las resistencias al calendario gregoriano, por lo tanto, se debilitan. La evidencia puede entonces imponerse. A partir de 1700, se desencadena una gran ola de “conversión” gregoriana: Dinamarca, Noruega, Islandia, Alemania, Suiza, Países Bajos… en todas partes los protestantes adoptan el nuevo calendario. Pero en lugar de suprimir diez días como lo había previsto la reforma gregoriana de 1582, aquellos que abandonan hoy el calendario juliano suprimen de hecho once puesto que, con el tiempo, el desfase entre los dos calendarios se ha profundizado (¡y siempre como consecuencia de los errores del calendario de Julio César!). Gran Bretaña es uno de los últimos países en seguir este movimiento, decisión que quizá no se deba tanto a la toma de conciencia del carácter erróneo del calendario juliano como a la constatación de que este representa un freno al comercio con un continente que está, desde hace poco, mayoritariamente bajo el calendario gregoriano… El Calendar (New Style) Act de 1750 prevé pues suprimir once días en septiembre del año 1752 (el 2 será seguido del 14) y aplicar las nuevas reglas de años bisiestos que preveía la reforma gregoriana de 1582.
Cuenta la leyenda que un tal William Willett se benefició de este nuevo agujero en el calendario al apostarles a algunos compañeros muy ingenuos que podría bailar doce días seguidos. Con bastantes apuestas en el bolsillo, Willett comenzó a bailar el 2 de septiembre de 1752 por la noche y se detuvo al día siguiente… 14 de septiembre de 1752. ¡Apuesta ganada! Pero contrariamente al astuto William Willett, muchos británicos vieron en esta reforma solo un cambio negativo. “Give us back our eleven days!”, eslogan muy conocido más allá de la Mancha, parece haber sido la proclama de violentas revueltas que se habrían producido como consecuencia de la aplicación del Calendar (New Style) Act. Si ningún hecho histórico respalda seriamente la existencia de esas revueltas, se sabe que la campaña electoral de 1754, que enfrentó al partido Whig con el partido Tory, fue virulenta en ese punto: los Tories reprocharon a los Whigs, entre otras decisiones, haber adoptado el calendario del papa (¡el mismo que el de los franceses!). En el fondo, nada nuevo en un país tradicionalmente receloso con respecto a todo aquello que viene del continente, y el reciente debate sobre el Brexit no deja de recordar algunos aspectos de las pasiones que agitaron a los británicos sobre la cuestión del calendario gregoriano. Pero, en este último caso, un cierto pragmatismo, que algunos podrían calificar de típicamente anglosajón, terminó por prevalecer sobre las pasiones antipapales, antifrancesas y anticontinentales. Y todavía hoy toda la Gran Bretaña utiliza el calendario gregoriano.
¿Toda? ¡No! Pues una pequeña isla poblada de irreductibles adeptos al calendario juliano resiste todavía y siempre al invasor gregoriano. Frente a Escocia, perdidos en el medio de las frías aguas del Mar del Norte, la treintena de habitantes de la pequeña isla de Foula utilizan todavía el antiguo calendario de la región. Ocurre que la isla, en razón de su lejanía geográfica y de la identidad principalmente nórdica de sus habitantes, se resistió durante mucho tiempo a toda forma de comunicación con los británicos. En consecuencia, sus habitantes por mucho tiempo permanecieron clavados en el calendario juliano, de la misma manera que fueron los últimos súbditos de Su Majestad en hablar la vieja lengua norn (una lengua escandinava hoy desaparecida). Actualmente, el calendario gregoriano es definitivamente utilizado en Foula. Pero, orgullosos de su herencia, los habitantes de la pequeña isla perpetúan la tradición al festejar Navidad también el 6 de enero, que corresponde al 25 de diciembre del calendario juliano…
17. El año 2000 en 2007
Especificidades de la medición del tiempo en Etiopía
“El país con trece meses de sol”: tal es el eslogan publicitario de Etiopía, que busca de ese modo atraer turistas. En Francia, con un eslogan semejante, uno se expone a ser demandado por publicidad engañosa. Pero allá no hay ningún riesgo, porque es verdad. En realidad, en lo que hace a la medición del tiempo, los etíopes son totalmente únicos. Y si un día la vida los lleva a ustedes hacia ese país, corren el riesgo de quedar un poco desorientados.
En efecto, los etíopes utilizan un calendario de trece meses: a los doce meses tradicionales, que allí tienen todos treinta días, han añadido un decimotercer mes de cinco días denominado Pagunem, colocado entre el mes de agosto y el mes de septiembre y dedicado a las vacaciones. Esto cae perfecto porque el año nuevo etíope comienza el 1 de septiembre, lo que corresponde (según los años) al 11 o 12 de septiembre de nuestro calendario gregoriano. Para sumar a nuestra confusión, los etíopes, que, como nosotros, cuentan los años a partir del nacimiento de Jesucristo, consideran que dicho acontecimiento ocurrió ocho años más tarde: si hoy nosotros estamos a comienzos del año 2017, en Etiopía están “todavía” en 2009. Además, allí se cuentan las horas a partir de la salida del sol. Cuando son las 7 de la mañana en tiempo universal, es de hecho la 1:00 en el sistema horario etíope (pues, al estar Etiopía cerca del Ecuador, el Sol siempre sale hacia las 6:00 de la mañana, tiempo universal).
Concretamente, Etiopía es un país donde se almuerza a las 6:00, donde se ve el noticiero de las 20:00 a las 2:00… ¡y donde el año 2000 se festejó el 11 de septiembre de 2007! Para coronar todo esto, sepan que Navidad se festeja el 29 de diciembre del calendario, lo que corresponde al 6 o 7 de enero para nosotros.
Desde ya, los etíopes son absolutamente conscientes de su singularidad. Y para no transformar esa singularidad en aislamiento, también utilizan nuestro calendario gregoriano y nuestro sistema de medición de tiempo universal, indispensable en sus relaciones con el exterior. Y aun cuando los etíopes hacen todo para facilitar la vida de los turistas y de la gente que está de paso, los malentendidos existen: la radio pública internacional estadounidense relata la historia de un hombre de negocios turco, sorprendido de ver llegar a sus interlocutores etíopes con mucha anticipación a la reunión concertada: habiéndoles propuesto encontrarse a las 6 de la tarde, lógicamente se presentaron al mediodía. Seguramente, no se trata de un caso aislado y, como titula la radio estadounidense: “Si usted tiene una reunión en Etiopía, recuerde verificar dos veces la hora”.
Pero, ¿de dónde vienen este calendario y esta hora únicos en su género, no utilizados en ninguna otra parte?
El calendario oficial etíope es en realidad el que utiliza desde siempre la Iglesia ortodoxa del país, una de las más antiguas iglesias cristianas del mundo. Proviene directamente del calendario egipcio de la Antigüedad y, en consecuencia, no ha conocido las reformas julianas y, luego, gregorianas, destinadas al calendario de los romanos. Y si la iglesia ortodoxa etíope hace comenzar la era cristiana algunos años después de lo que admite Roma, es porque se basa en el cálculo de la Encarnación de Jesucristo que hizo un tal Aniano de Alejandría en el siglo i: Jesucristo habría nacido el 25 de marzo del año 9 (año 9 en nuestra referencia), es decir 5500 años después del 25 de marzo de 5493, fecha de la creación del mundo.
En lo que hace al sistema horario utilizado en Etiopía, nos faltan elementos para determinar a ciencia cierta su origen. Pero se puede esbozar una hipótesis. Existía en Mesopotamia, mucho antes de nuestra era, una hora denominada “caldea”, sistema en el cual se comienza a contar las horas al momento de la salida del sol. Acaso los etíopes utilicen todavía la hora caldea en una versión moderna. Una hipótesis que no tiene nada de improbable, pues la hora caldea sobrevive también en Grecia, en el monasterio ortodoxo de Iviron, sobre el monte Athos. En efecto, cuando el sol sale sobre la Santa Montaña, los monjes de Iviron ajustan sus relojes en la hora “0” y un nuevo día comienza para ellos.
Sabemos pues (o casi) de dónde vienen el calendario y la hora etíopes. Queda saber por qué los etíopes no han sido atrapados por el sistema occidental, hoy dominante en el mundo.
La supervivencia de este sistema se explica sin dudas por el hecho de que Etiopía es el único país de África que nunca fue colonizado por los europeos y que, por lo tanto, nunca pudieron imponer allí su calendario gregoriano o su sistema horario. Y este sistema alternativo de medición del tiempo perdura todavía hoy porque los etíopes, igual que los franceses y su queso o los ingleses y su manera de conducir por la izquierda, están muy orgullosos de esta singularidad. Una singularidad que, por otra parte, no se acaba en su manera de medir el tiempo: los etíopes tienen también una lengua y un alfabeto únicos en el mundo. Y como Etiopía es considerada por los antropólogos del mundo entero como la cuna de la humanidad, se comprende por qué los etíopes están tan orgullosos de su país y tan celosos de su identidad… tan orgullosos que, cuando el papa Benedicto XVI, en un libro aparecido en 2012, dijo que pensaba que el cálculo del nacimiento de Jesucristo era erróneo, los etíopes se metieron en la polémica proclamando por todas partes que, para ellos, su calendario era sin ninguna duda el mejor del mundo.
En lo que hace a la medición del tiempo, los etíopes no hacen nada como los demás. Y no piensan cambiar. Tanto mejor, porque los etíopes tienen también cada año un “día nacional de la risa” el 22 de octubre, que para nosotros cae el 1 de noviembre, día de los muertos. Un día de la risa el día de los muertos: los etíopes sin duda tienen razón cuando dicen que su calendario es el mejor del mundo.