domingo 28 de abril de 2024
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El karma de TODOS

(Por S. Sala) El proceso electoral de los últimos meses tiene un resultado que puede
definirse como el karma de absolutamente todas las principales figuras políticas
de estos años. El azar o el destino los ha dejado a todos sufriendo las
consecuencias directas de sus propias acciones, errores o mezquindades. Por
eso, más allá de que sea lamentable para el país, el resultado no deja de ser
asombrosamente justo para toda la clase política.

En primer lugar, Cristina vivió los últimos años apegada a un dogma económico
falso, con consecuencias malas entre 2011-2015 y definitivamente pésimas
este último gobierno. Su respuesta fue refugiarse en una tropa de fieles que le
dieran la razón en todo, mientras la gente vivía cada vez peor. Es paradójico
que eso haya llevado a la victoria de Milei, con ideas igual de dogmáticas pero
exactamente opuestas.

Por otro lado, Massa también jugó a boicotear abiertamente el gobierno del que
formaba parte, pero no por cuestiones ideológicas sino por su ambición de ser
el próximo presidente. Por eso desestabilizó la gestión económica de Alberto,
pensando en su propio poder, aún a costa de un mayor sufrimiento de la gente.
Su ambición también lo llevó a fomentar el fenómeno Milei, con la esperanza
de dividir la oposición y tener más chances de ganar. Finalmente, el mismo
sufrimiento de la gente que él no priorizó, termino haciendo que su creación lo
derrote de manera contundente.

Alberto le entregará la banda presidencial a un líder ultraderechista, alineado
con Trump y Bolsonaro a nivel global, y rodeado de defensores de la última
dictadura a nivel local. Es difícil imaginar un peor final para un gobierno
pensado como progresista. ¿Pero qué tiene de progresista un gobierno que
hizo que la gran mayoría de la población viva peor? Milei es también ejemplo
de la enorme limitación que tienen las buenas intenciones por sí solas.

En Alberto hay fundamentalmente un motivo que explica este final, tan
indeseado para él. Y es su negativa permanente a usar el poder que la gente le
dio. Fue una gestión paralizada por el miedo a sectores políticos minoritarios:
bajar el déficit no porque se enoja Cristina, suma fija no porque se enoja la
CGT, garantizar más clases no porque se enojan los gremios docentes, etc.
Probablemente por eso el concepto de casta pegó tanto. En contraste, Milei
apareció como alguien que va a hacer lo mejor para la gente cueste lo que
cueste.

Larreta hace dos años era número puesto para ser el próximo presidente. Pero
en un momento, Macri -de la mano de Milei y Bullrich- empezó a correr la
agenda hacia la ultra derecha. Ante eso, en vez de armar una coalición de
centro con quienes lo apoyaban e impulsar su agenda propia, Larreta eligió
quedarse en la cancha inclinada por Macri. Impostó dureza frente a un público
que no lo iba a acompañar en ese rol nunca. Porque no era su rol, no era el rol
que le quedaba bien. Si toda la oposición iba a avalar una agenda de extrema
derecha, era obvio que iba a ganar alguien que la represente mejor. El alcalde
perdió porque jugó con la agenda de otro y encima pecó de lo mismo que
Alberto. Elegir la quietud en vez de la acción contundente en beneficio de lo
que creyera mejor.

Bullrich formó una alianza táctica con Macri: él estaba interesado en destruir la
candidatura de Larreta, y ella en ser la próxima presidenta. La estrategia fue
impulsar una agenda extremista que lo haga quedar a Larreta como un tibio
invotable, y el éxito fue total. El jefe de gobierno sacó 11 puntos en las PASO,
tan solo 5 más que Grabois. Pero ese éxito tan grande en destruirlo, fue la
propia perdición de las aspiraciones de Patricia. Una mayoría absorta en la
agenda ultra decidió votar a su representante más fiel, en vez de la “copia”.
Bullrich murió a manos del mismo arma que había usado contra Larreta.

Es interesante también la situación en la que está el presidente electo, Javier
Milei. Los últimos años vivió de criticar a los políticos y proponer soluciones
irrealistas en televisión, pero ahora tiene la obligación de llevarlas a cabo. Se
metió en una trampa, porque sabe que muchas cosas que propuso son
imposibles, y otras costosísimas para la gente. Milei vivió hablando de afuera,
pero siendo muy efectivo en deslegitimar a quiénes gestionaban desde
adentro. Ahora, está obligado a hacer todo lo que dijo, pero sabiendo que la
responsabilidad es 100% suya. Probablemente esté aterrado.

Además, su condición de outsider lo deja en una situación muy paradójica
frente a la “casta”. Debido a que no tiene gobernadores ni intendentes propios,
tampoco sindicatos afines ni suficiente cantidad de legisladores, se encuentra
en una situación de gran debilidad frente a esos sectores. Sabe que no puede
gestionar sin su apoyo, por lo que deberá transar aún mucho más que lo
normal con todo ese mundo. Es decir, que sectores minoritarios que acumulan
poder serán capaces de condicionarlo constantemente: la casta avanza. Eso
será especialmente malo para quién hizo de su lucha contra la casta su
bandera principal. Pero la única forma de evitarlo es devenir en un gobierno
autoritario, lo que generaría aún más rechazo por parte de la sociedad.

Por último, hay un actor principal que fue el claro ganador de este proceso
electoral: Mauricio Macri. Hasta ahora, es el único que parece esquivar las
consecuencias de sus propios errores y bajezas. ¿Pero espera ser un Cristina
de Milei? Es importante recordar lo frustrante que fue para ella esa situación.
Probablemente el karma le llegue pronto.

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