miércoles 4 de diciembre de 2024
Lo mejor de los medios

Adelanto de «Tiempo de escribir», de Jimena Dib y Marina Elberger

¿Cómo influyen las lecturas en la escritura? ¿Un escritor debería ser un buen lector? ¿Se puede enseñar a escribir literatura? ¿Qué escribimos en esta época mediada por algoritmos? En tiempos de polifonía y descentramiento de la autoridad letrada, este libro invita a repensar la escritura en sentido plural: aunque a menudo vista como una actividad solitaria, es en esencia una práctica que se ejerce en comunidad. de cada texto, la materialidad del lenguaje (incluidas las normas ortográficas), la escritura en tiempos de inteligencia artificial y, por último, el territorio de la imaginación como espacio para viajar y escribir. Cada capítulo de este libro funciona como razón o como excusa para hablar del origen, los procesos, la materia y el soporte de aquello que escribimos. Para responder a las preguntas del comienzo o elaborar otros interrogantes. Y para poner en práctica la propia escritura. A fin de cuentas, hacer espacio, dar lugar y sentido a eso que deseamos, pero que escasea: el tiempo de escribir.

A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

Escribir en tiempos digitales

Vanina Estévez

Tiempos de escrituras expandidas, fugaces, compartidas, multimodales, asistidas. La presencia de nuevos soportes, plataformas y formatos está redefiniendo nuevamente la escritura como fue sucediendo en distintos momentos a lo largo de la historia. En la maraña de una cultura fuertemente audiovisual, la escritura sostiene allí su presencia. En la vida cotidiana, asume un lugar preponderante en las conversaciones y en las escrituras domésticas (Lahire, 2008). Los espacios de mensajería instantánea nos encuentran produciendo innumerables mensajes escritos con diversos propósitos y destinatarios. Participamos de conversaciones simultáneas en distintos ámbitos, grupales o de a pares, para organizar, opinar, expresar sentimientos, dar instrucciones o avisos, pasar información, compartir listas, agendas, recordar…

El recurso de escribir permite asimismo resolver la ausencia de “don de ubicuidad” propio de la condición humana. El escrito continúa marcando nuestra presencia mientras nuestro cuerpo está ausente. Compensa la ausencia corporal para continuar ejercitando una acción. (Lahire, 2008, p. 11)

En este sentido, las tecnologías amplifican ese intento de resolver la ausencia de don de ubicuidad, habilitando espacios de escrituras instantáneas para intentar hacerse presente, simultáneamente, en múltiples situaciones.

A su vez, el quehacer ciudadano nos encuentra escribiendo posteos en redes, en diarios digitales, conversando con un chatbot[1] para resolver trámites o compras, completando formularios de Google, resolviendo cómo componer un flyer para hacer más efectiva y convocante la difusión de una actividad. En otros ámbitos, escribir muchas veces supone participar con otros en espacios compartidos para producir escrituras colectivamente y, más recientemente, también involucra consultar herramientas de la inteligencia artificial para ser asistidos en la elaboración de un texto.

Los territorios digitales de la escritura se expandieron y diversificaron tensionando los bordes entre las esferas privada y pública, provocaron transformaciones en las maneras de usar el lenguaje, en las formas de resolver la puesta en página de un texto y habilitaron que, en una misma persona, se concentren tareas que, en otros momentos de la historia, estaban diferenciadas.

Durante siglos el productor del texto a ser escrito y el productor de las marcas —el escriba— estuvieron disociados. El trabajo de escriba era trabajo de esclavo o subalterno por la carga laboral manual involucrada en la escritura. El escriba de la Edad Media, por ejemplo, debía raspar y pulir la piel del animal y preparar el pergamino; debía dar el corte adecuado a las plumas de ganso con un instrumento que hoy llamamos “cortaplumas”; debía preparar las tintas, etc. El autor dictaba, pero no producía las grafías. […] Los desarrollos tecnológicos permitieron juntar dos funciones que durante siglos se habían mantenido separadas: el autor intelectual y el autor material de las marcas. (Ferreiro, 2001, p. 52)

Los avances de las herramientas para producir textos sumaron la posibilidad de participar de la edición decidiendo la disposición espacial, las tipografías, la inclusión de imágenes, recuadros, enlaces, resolviendo la puesta en página de los textos. Así, en una misma persona, pueden converger la autoría, la producción de las marcas, la edición e incluso la publicación de los textos a través de las redes. En una cultura escrita que va asumiendo nuevos rasgos, que interpelan tanto a las prácticas ciudadanas en la vida social como a las educativas, esta aglutinación de funciones (Ferreiro, 2001) supone resolver también nuevos desafíos. En este capítulo revisaremos algunos de ellos.

La ortografía al desnudo

Si no puedes con sus argumentos, métete con su ortografía.
(Sobre las prácticas en redes)

C que T duL
S Bso D Fcto que no muR
No Tmas
–que hiR más lo que no toK-,
y Dja que suÑ
y yRR
en el Pqueño muLL D tu boK.
(Luján, 2003)

 

Las redes multiplicaron los espacios de las escrituras públicas; escribimos más, y los textos y sus problemas quedan también más expuestos. Como plantea el capítulo 4, “La ortografía: una mirada más allá de las reglas”, la ortografía sigue siendo una muestra de saber escribir bien, aunque escribir bien se trate de algo más complejo que involucra haber resuelto otras cuestiones nodales. La ortografía es el aspecto más visible, el que primero salta a la vista y suscita una primera valoración, no solo del texto, sino de quien escribe. Es por esto que suele decirse que es algo así como una carta de presentación de una persona.

En los intercambios que se producen entre quienes comentan una publicación en las redes, es sumamente frecuente encontrar alusiones a cuestiones ortográficas, en particular para desacreditar la opinión de otro.

Primero aprendé a escribir y después vení acá a opinar.

Seguro que sos del [nombre del partido político opositor del que hace el comentario], por eso escribís así. 

La ortografía aparece allí en el campo de batalla como rasgo que permite desprestigiar o deslegitimar un comentario y a quien lo escribe. En los intercambios privados también juega su rol. En las aplicaciones de citas, por ejemplo, la correcta o incorrecta ortografía parece incidir, en determinados grupos, en una mayor o menor posibilidad de lograr ser elegidos, según revelan algunos estudios exploratorios[2].

Las pantallas se presentan como una lente de aumento de aquello que ya sucede fuera de ellas. La inmediatez, como rasgo de las escrituras que se producen en los espacios digitales, amplifican los problemas ortográficos, en tanto esos textos fugaces no suelen ser revisados, a pesar de las opciones para corregirlos, que, en varios casos, ofrecen las aplicaciones. En el fragor de los envíos, en ese continuo de oralidad escrita, escasamente quien escribe se detiene a revisar sus textos.

Es importante distinguir las faltas de ortografía de aquellos procedimientos conscientes para transformar el lenguaje que suelen hacer los usuarios. Algunos ejemplos son: el reemplazo de letras (k en lugar que o qui, las abreviaturas NV en lugar de nos vemos), la combinación de letras y números (To2, para todos), o el uso de letras con valor silábico (GRCS, en lugar de gracias, Bso por beso). En estos rasgos que asume la escritura conviven varias explicaciones: la necesidad de escribir rápido, el uso eficaz de la restricción en la cantidad de caracteres que presentan aún algunas plataformas y, en particular, en el caso de adolescentes especialmente, la generación de un código que transgrede las normas para usarlas como marcas identitarias.

Lo que molesta a primera vista, en estas escrituras, es su carácter marcadamente desviante. Claro que es un desvío con respecto a la norma, pero también es una marca de no-destinación, o sea, un intento por excluir a un “otro” de la comunidad de referencia. No escriben para que cualquiera lo lea. En ese sentido, es criptografía. (Ferreiro, 2006, p. 6)

Juzgar estas escrituras desde la norma ortográfica y pensarlas como efectos nocivos del uso de las pantallas implica dejar de lado otros aspectos que se ponen en juego en las prácticas sociales de las redes:

El uso transgresor del código escrito tiene una función a menudo humorística, y representa una marca de identidad social (Mayans, 2002). Como observa Yus (2001, 2005), las deformaciones textuales (básicamente, ortografía creativa y usos no normativos o no estándar de los signos de puntuación), tan comunes en los chats, representan marcas discursivas de identidad. Signos afectivos y de puntuación erigen barreras lingüísticas intragrupales (la jerga empleada solo es comprensible para los miembros del grupo), e indizan una determinada identidad colectiva. (Figuera Bates, 2014, p. 147)

La transgresión en la escritura supone tomar decisiones al transformar el código para generar esa criptografía. Esto supone un conocimiento de la norma. Esas manipulaciones son parte de una lengua viva, que va mutando en territorios de bordes móviles.

La puntuación estallada

Los intercambios en las redes dan lugar a otras formas de relacionarnos y comunicarnos. De allí aparecen nuevas prácticas lingüísticas propias de esos espacios. Asistimos a una modalidad de lo hablado-escrito que difiere de los modos tradicionales de la oralidad y la escritura. Los emojis, por ejemplo, surgen como recursos para expresar las cualidades vocales y visuales de la conversación (Yus, 2011, como se citó en Figuera Bates, 2014). De los primeros emoticones —combinaciones de caracteres: puntos, guiones y paréntesis que conformaban una amplia gama de expresiones faciales— nacen los emojis, imágenes o íconos, que pueden descargarse de interminables galerías de amplia oferta de recursos e, incluso, con estéticas particulares. Ubicados comúnmente al final de los enunciados, los emojis son utilizados como signos de puntuación, muchas veces en reemplazo del punto final. Más que expresar emociones, su uso está ligado a la necesidad de dar más pistas para indicar la intención de lo que queremos comunicar para, de algún modo, guiar la interpretación del enunciado.

No voy a poder ir  

¿Era hoy?

Otras estrategias contemplan usos particulares de las mayúsculas y la repetición de signos para enfatizar e intentar reproducir la lengua hablada.

Cuándo llegás??????? Te estoy esperando!!!!

Amigaaaaaaaaaaaaaaa. Feliz cumpleeeeeee

 Se trata de usos que permiten, a través de estos recursos, reponer un contexto de enunciación. La escritura en entornos digitales de interacción a menudo carece de contexto físico y emocional, lo que puede llevar a malentendidos. Las señales no verbales, como el tono de voz o el lenguaje corporal, no están presentes, por lo que dependemos de otras formas de transmitir significado. Así, la lengua es manipulada para funcionar con mayor eficacia en determinados contextos comunicativos. En este sentido, la puntuación emergente no trata de ultrajar las normas de la escritura, sino de producir nuevas estrategias para resolver las interacciones mediadas por los dispositivos.

Territorios audiovisuales y escrituras

Las prácticas sociales de lectura vinculadas al ámbito de estudio, ejercicio de la ciudadanía y el ámbito doméstico se ejercen crecientemente en medios audiovisuales. En lugar de la lectura de un recetario de cocina o de un manual para reparar un artefacto, recurrimos a videos tutoriales. Muchos estudiantes de distintos niveles de enseñanza también eligen estudiar un tema recurriendo a presentaciones audiovisuales o pódcasts.

En este sentido, podríamos decir que circulamos cada vez más por la palabra hablada y surgen nuevos géneros discursivos multimodales que resultan ser transformaciones de otros géneros preexistentes, “por inversión, por desplazamiento, por combinación” (Todorov, 1988, p. 34). Un ejemplo de esta transformación son las reseñas y recomendaciones audiovisuales disponibles en internet. Estas pueden encontrarse en sitios web de editoriales, en avances promocionales de libros como los booktrailers, en comunidades de lectores que comparten sus valoraciones en redes sociales, booktubers o booktokers, que se expresan a través de plataformas como YouTube, TikTok, o Instagram.

¿Dónde queda la escritura en estas producciones?; ¿qué textos se producen para hablar?; ¿en qué momentos se hacen presentes?; ¿qué funciones cumplen?

La creación de contenido digital involucra la combinación de textos, imágenes, videos que se integran para producir sentido; requiere pensar y escribir con una gramática multimodal. Esto supone empezar a considerar una variedad de escrituras que sostienen la producción en diversas etapas: planificación, grabación, edición y recepción (Cassany, 2024).

Las escrituras de trabajo, como, por ejemplo, las notas para registrar información de diversas fuentes, están presentes en la etapa previa a la producción y requieren una reelaboración y ajuste según el género discursivo multimodal que se aborde.

Las escaletas, storyboards, guiones son textos que organizan la producción; constituyen un plan de trabajo en el que se plasman, de distintas maneras, elementos diversos: el texto que se va a oralizar, anotaciones sobre cómo se dice, apuntes más técnicos como los sonidos y música que se propone incluir, imágenes, etcétera.

En otras instancias de la producción, Cassany (2024) distingue otras escrituras puestas en juego durante la etapa de grabación, edición y publicación de producciones audiovisuales. Si bien en su investigación se centra en producciones de estudiantes de nivel medio, estas escrituras están presentes en las producciones profesionales. La composición del discurso a ser grabado supone algunos rasgos propios.

La escritura, con su recursividad y revisión, permite componer lo que se va a decir con más facilidad. Pero redactar un discurso para ser dicho por el locutor y escuchado por la audiencia es un registro diferente y más sutil que el de escribir para ser leído. El habla grabada no tiene los rasgos corrientes de una conversación, pero tampoco la densidad léxica o la sintaxis madura de un escrito. Por ello, la escritura usada suele tener rasgos verbales cercanos al habla, aunque conserve las propiedades de recursividad y revisión. (Cassany, 2024, p. 21)

La instancia de memorizar y grabar un texto también recurre a escrituras. Se trata de marcas, anotaciones para orientar los modos de decir. Un texto frente a cámara supone otros desafíos, como resolver la mirada a cámara, cómo poner el cuerpo en escena, cómo manipular los escritos, anticipar si estarán visibles o no, qué ritmo proponer para que el discurso sea fluido.

Cassany señala también otras escrituras vinculadas a otras etapas del proceso, como la edición. Allí surgen escritos como los textos que acompañan los videos, inserciones de placas, transcripciones, traducciones, créditos. La publicación también invita a la elaboración de textos para invitar e informar a la audiencia, como también interactuar con ella.

La escritura en entornos multimodales requiere, así, de prácticas que involucran resolver otros desafíos no solo tecnológicos, sino también discursivos.

Algunas notas (breves) sobre escribir en tiempo de inteligencia artificial

Somos sujetos transmedia, inconstantes y dispersos, que nos esforzamos por mantenernos a raya en la coherencia y la linealidad de las formas de escritura tradicionales. ¿Y si lo intentáramos, como propusieron las vanguardias históricas, al revés? ¿Y si liberáramos la fuerza expresiva de los códigos de internet y cambiáramos la piel para hacerla sensible a ella?
(Lahiteau, 2022)

Este apartado es una escritura provisoria producto de recientes recorridos, experimentaciones, lecturas y, sobre todo, preguntas. Tal vez sea tiempo de explorar, observar, registrar, pero resulta imperioso incluir algunas notas en tiempos en los que la inteligencia artificial (IA) está impactando en el proceso de producción en diversos campos (científicos, académicos, artísticos, vida cotidiana). La IA[3] está transformando la manera de escribir en múltiples frentes, desde la creación y edición de textos hasta la personalización del contenido. Con herramientas como asistentes de escritura y algoritmos que generan contenido, está poniendo a prueba nuestras ideas sobre autoría y creatividad y está modificando el rol del escritor de varias maneras.

La experiencia de escritura se reformula en tanto la IA colabora con algunas tareas como la generación de borradores iniciales, la corrección gramatical o la revisión de estilo. Es posible acceder a programas de resúmenes de texto, redactores asistidos, analizadores sintácticos, conjugadores, traductores asistidos, análisis de artículos…: la lista es larga.

Aun así, aunque las herramientas de IA pueden asistir en la corrección, la capacidad de revisar y editar críticamente un texto sigue siendo una habilidad humana esencial. El final del capítulo 1, “La forja (o el taller de escritura)” plantea: “todo lo que circule, se piense y se discuta abonará al pensamiento sobre la propia voz, iluminará, a veces con éxito y a veces no, el camino para descubrirla”.

¿Podremos pensar que parte de ese todo circulante sea la inteligencia artificial?

La máquina no sabe que llené este texto de citas para que su proximidad contagie mi prosa, para que mi prosa aprenda, como se dice que aprende la máquina, de quienes consiguieron en algún momento de su vida domar el idioma español de modo de hacerlo decir las claridades, las voluntades, las cosas bellas de absoluto sentido que le hicieron decir. Como la máquina, que aprende de nosotros, pero todavía no sabe, así yo aprendo de los otros, pero todavía no sé. (Blatt, 2023, como se citó en Friera, 2023)

A partir del planteo de Blatt, ¿cómo conseguir que ese “texto de citas” o, como propone Lahiteau, “la fuerza expresiva de los códigos de internet” alimenten nuestra prosa?

Una vía de exploración, ineludible, es la escritura de consignas o prompts. Para precisar una solicitud de asistencia para la elaboración o revisión de un texto, necesitamos identificar un problema o asunto a resolver, definir el contexto, ensayar formas de nutrir ese pedido. A su vez, requiere que interactuemos con los textos que devuelve la aplicación en una práctica de lectura crítica que permita reformular el pedido, desechar lo que no nos resulta, hallar aquello que podemos retomar en nuestro texto.

En cualquier caso, esta relación escritura-algoritmos suscita controversias. Según Cassany (2023), hasta el momento, la IA puede resolver algunos problemas epidérmicos de la escritura, pero definir el contenido, la retórica, quiénes serán nuestros lectores, son asuntos de quien escribe.

Por su parte, la escritora Mariana Enríquez plantea:

Es la primera vez que veo que claramente ya no es solamente que hay un avance tecnológico que puede ser dañino, ya es un avance tecnológico que reemplaza a la persona, no que la lastima. La reemplaza. Te borra del mapa. Hacerse el tonto con eso es bien complejo. Incluso estar discutiendo si que escriba una novela la inteligencia artificial es literatura o no. (Enríquez, 2023, como se citó en Ares, 2023)

Frente a esta hipótesis de borramiento del autor, el escritor y ensayista Jorge Carrión ve la inteligencia artificial como una herramienta que abre nuevas posibilidades para la creación literaria. Para Carrión (como se citó en Friera, 2023), “el arte es siempre colaborativo” e investiga cómo la IA puede ampliar los límites de lo que consideramos literatura, al permitir la creación de obras híbridas o incluso autónomas que desafían las nociones tradicionales de autoría y originalidad. Así como Roger Chartier (2000) plantea, frente a la lectura, la idea de una transfiguración de lector, Carrión (2023) aborda la idea de que la IA no reemplaza al autor, sino que lo transforma, convirtiendo la escritura en un proceso más colaborativo entre humanos y máquinas. En este sentido, la IA podría ser vista como una posibilidad de extender la creatividad de un autor, más que sustituirlo, ofreciéndole alternativas para diseñar narrativas, herramientas para crear personajes o escenas, redactar primeras versiones, entre otras.

Los avances tecnológicos nos pusieron, casi siempre, en posición de enaltecer o demonizar a los nuevos dispositivos, las nuevas aplicaciones. La IA nos vuelve a sacudir, y, tal vez, haya que pasar, inevitablemente, por este momento de perplejidad, pero también de exploración, arrojo y, ¿por qué no?, confianza en lo que hay de humano en la escritura.

NOTAS

[1]  Un chatbot es un software basado en inteligencia artificial capaz de mantener una conversación en tiempo real por texto o por voz. En el primer caso, nos encontramos con los chatbots de atención al cliente que podemos encontrar en webs de bancos, seguros, viajes, restauración, etc. En el segundo, nos referimos a los famosos asistentes virtuales (Siri, Irene, Cortana o Alexa).

[2]  Redacción Actualidad Universitaria (4 de mayo de 2021). Un estudio de la Universidad de Alicante y la de Navarra revela que las faltas de ortografía cuentan a la hora de ligar “online”. Alicante. Consultado el 4 de agosto de 2024. web.ua.es/es/actualidad-universitaria/2021/mayo2021/1-9/un-estudio-de-la-universidad-de-alicante-y-la-de-navarra-revela-que-las-faltas-de-ortografia-cuentan-a-la-hora-de-ligar-online.html.

[3]   En este caso, cuando nos referimos a la IA relacionada con la escritura, principalmente analizamos o hacemos mención a los modelos de lenguaje generativos preentrenados y transformativos que se presentan en una interfaz de diálogo; de ahí el nombre de ChatGPT.

¿Cómo influyen las lecturas en la escritura? ¿Un escritor debería ser un buen lector? ¿Se puede enseñar a escribir literatura? ¿Qué escribimos en esta época mediada por algoritmos?
Publicada por: La Crujia
Fecha de publicación: 11/01/2024
Edición: primera edicion
ISBN: 978-987-601-358-1
Disponible en: Libro de bolsillo

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