viernes 26 de abril de 2024
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La belleza del asombro. Un homenaje a René Lavand

A fines de 2014 en La Plata se realizó  un congreso de magia en el cual René Lavand fue invitado de honor. Dio un show y se volvió a Tandil, su hogar. Los magos colmaron la sala y varios de ellos me dijeron “Hay que ir. No se sabe cuándo va a ser su último show”. No porque René estaba enfermo sino porque a sus 86 años la artritis ya había hecho sus picardías y lo estaba venciendo en su única mano, la izquierda. Aún sí, René se presentó y fue ovacionado. Misma ovación que tuvo cuando en 2012 la Academy of Magical Arts de Los Angeles le presentó el máximo premio como leyenda viviente. Para que se sepa, René Lavand fue uno de los talentos argentinos que más éxito y prestigio tiene en el exterior. En el Castillo Mágico, el club de la Academy, hay una retrato al pie de la escalera que lleva al primer piso donde se cena y se ven shows todos los días. Sus libros, que van desde memorias hasta su explicación de técnicas mágicas han sido traducidos al inglés y al japonés y hace unos años Luis de Matos, el mago portugués, editó un set de cuatro DVDs llamado Maestro con el show completo de René, la explicación de sus técnicas y una entrevista de varias horas. Sí, varias horas donde copa de vino mediante, René habla y cuenta sus historias y cita a Picasso y a Homero Manzi. Si quieren que un ilusionista cuente sus secretos, denle una copa de vino.

Sus relatos y el magnetismo de sus presentaciones llegaron a tal perfección que el ilusionista (no había que llamarlo “mago” jamás porque se ofuscaba con una sonrisa socarrona) se presentó una vez en un programa de televisión y no hizo magia, sino que solo contó un cuento. Y fue aplaudido de pie. ¿A qué mago no le gustaría eso, el sumum de la perfección del arte? No hacer magia y ser vitoreado igual.
René se encargó toda su vida no dejar jamás el personaje de tahúr, de pillo del juego, de conspicuo hombre de mundo. Da en el clavo el título el documental que Nésto Frenkel filmó sobre su persona: El Gran Simulador, porque al final no se sabe si lo que contaba René era verdad o parte de sus historias. Tanto le gustaba mezclar ficción con realidad que abajo del escenario, jamás deslizaba un apice de vulnerabilidad. Por momentos se escapaba, o dejaba escapar mejor dicho, algun gesto donde desnudaba la complicidad de lo que estaba contando. Pero jamás era explícito. Famosa era su cita de Picasso: La única mision del artista es convencer al mundo de la verdad de su mentira. Y vaya si René nos convencía, no solo arriba sino también abajo del escenario.

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