jueves 25 de abril de 2024
Cursos de periodismo

«Economatrix», de Matías Tombolini

Los ciclos económicos de la Argentina transitan por períodos de euforia y depresión que suelen ser más parecidos a los estados de ánimo que se viven en un partido de fútbol que a aquellos que reflejan aspectos propios de la observación racional de los hechos. Las pasiones, que habitualmente tiñen la forma que tenemos de ver la realidad, representan un elemento constitutivo de nuestro “ser nacional”,  lo cual no resulta contradictorio con la posibilidad de contar con datos que nos ayuden a completar nuestra mirada.

En Economatrix, Matías Tombolini busca quitar el velo impuesto por los relatos de los proyectos políticos que gobernaron y gobiernan el país desde 2003. De forma clara, el autor presenta números antes que sensaciones y evalúa el desempeño de variables concretas de la vida cotidiana, como el dólar, el plazo fijo o la inflación.

Sin renunciar al desafío de formular ideas, Tombolini también nos comparte su visión sobre los retos del país en el futuro cercano y el mejor modo de enfrentarlos. El objetivo es encontrar caminos que se aparten de las soluciones coyunturales y converjan hacia senderos de desarrollo sustentable en el tiempo.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

Capítulo 8 – El mundo

La economía argentina que plantea Cambiemos requiere una integración al mundo en forma bien contraria al modelo de la década pasada. El financiamiento del déficit fiscal en los mercados financieros internacionales, el fomento a las exportaciones para recomponer el stock de reservas genuinas y la necesidad de apuntalar la inversión hacen que el esquema actual dependa endógenamente dela relación de la Argentina con inversores internacionales y socios comerciales.

Justamente cuando nuestra economía necesita del mundo, este está en pleno proceso de cambios: cambios que atraviesan lo político, lo social y lo económico con la misma intensidad. Los cambios se ven en las cifras; durante2016 asistimos a un hecho que pasó desapercibido pero que es sumamente relevante: fue la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el volumen de comercio internacional se contrajo a escala global sin que la economía mundial se encontrara en recesión. El proceso de globalización parece haberse ralentizado y las causas y consecuencias aún están en debate. Coexisten dos velocidades: una, aquella a la que marcha la Argentina para recuperar vínculos con el resto del mundo y otra, aquella a la que transita gran parte de las potencias del mundo desarrollado. Sin ser procesos mutuamente excluyentes en lo inmediato, vale decir que en el largo plazo resultan contradictorios.

 

Los cisnes negros

Hace unos años, tanto en política como en economía se empezó a hablar del concepto de cisne negro. Popularizado por el reconocido ensayista libanés Nassim Taleb, hace referencia a eventos cuya probabilidad de ocurrencia es muy baja y que son racionalizados ex post, es decir, una vez que sucedieron. El ataque terrorista del 11 de septiembre a las Torres Gemelas, la caída de Lehman Brothers o lo acaecido en los reactores nucleares de Fukushima luego del terremoto de 2011 son algunos ejemplos de cisnes negros.

Sin el dramatismo de los sucesos antedichos, estos eventos también ocurren cuando las encuestadoras, medios de prensa y mercados fallan a lo grande y su poder predictivo se pone en tela de juicio. Pensar que un cisne negro puede ser anticipado es un oxímoron. Pero la realidad del año 2016 nos demostró que los participantes de una economía aún tienen mucho que aprender de la interacción con el medio en el que se encuentran.2016 estuvo caracterizado por la ocurrencia de dos grandes cisnes negros: el Brexit y la victoria de Donald Trump.

Lo ocurrido durante 2016, hasta ahora, podría llevarnos a concluir que estamos en un mundo en el que los nacionalismos conservadores se fortalecen en desmedro de los proyectos políticos vigentes en los últimos treinta años, en su mayoría presentes en los países democráticos de Occidente.

Con la información disponible no podemos pensar en términos académicos tradicionales, es decir, en el sentido del autor Frank Knight, que analiza escenarios de riesgo donde la incertidumbre pasa por las distintas probabilidades cuantificables asociadas a los distintos estados del mundo conocidos en el futuro.

Esta exacerbación de la incertidumbre fundamental hace que las reglas de decisión de los agentes se corran, a riesgo de comenzar a resquebrajarse. La dificultad para planificar los eventos futuros puede llevar a consumidores, productores e incluso Estados a transitar caminos inesperados para tomar sus decisiones.

Cuando disminuye la confianza en los juicios propios acerca del futuro, se puede seguir el comportamiento convencional, es decir, ver qué está proyectando el resto y copiarlo, pero aquí sucede que es posible que el resto también esté equivocado y la economía se encauce en forma coordinada a un desequilibrio. Un ejemplo de esto es la crisis griega, en la que tanto prestamistas como prestatarios estaban convencidos de que las deudas podrían ser honradas, hecho que no sucedió. También se puede dar la situación en la que distintos actores tomen decisiones descoordinadas; por ejemplo, un país puede querer abrirse al flujo de bienes financieros sin que el mundo crea en dicha decisión, lo cual generaría que los capitales vayan en dirección de salida (fuga de capitales) con la crisis correspondiente. Caminar coordinados al precipicio o caminar descoordinados sin un rumbo fijo son dos problemas bien distintos, pero lo cierto es que el resultado es igualmente grave.

Para llegar a un diagnóstico que se ajuste lo máximo posible a la realidad, y a una evaluación de todos los escenarios factibles, es conveniente repasar los hechos recientes.

 

Brexit

Desde el propio partido del primer ministro británico, David Cameron, y con presiones de los sectores nacionalistas encabezados por el UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) se celebró en junio de 2016 el referéndum donde se les preguntaba simplemente a los ciudadanos, nada más ni nada menos: “¿El Reino Unido debería seguir siendo parte de la UE o debería dejar la UE?”. El 72% de la población participó y ganó la postura de que el Reino Unido no debía seguir siendo parte de aquella comunidad nacida en la posguerra. Por poco menos de un millón de votos, y tomando por sorpresa a la mayoría de los analistas políticos, el 23 de junio la segunda economía del bloque comenzaba a entornar la puerta para preparar su salida definitiva de la unión de países más relevante del mundo. El 24 dejaba el cargo el primer ministro británico. Detrás de la votación hubo tensiones de todo tipo, de las nuevas y de las de siempre: el recelo ante la burocracia de Bruselas, el control de la inmigración, los retos de seguridad, la defensa de la soberanía nacional, el orgullo por un carácter británico insular y diferenciado del resto de Europa, por solo nombrar las más polémicas. Los que estaban a favor de la permanencia argumentaban que la facilidad de comerciar con el resto de Europa era clave para el desarrollo de la economía británica y que la llegada de inmigrantes jóvenes dispuestos a trabajar en el Reino Unido empujaba el crecimiento de la productividad. Las voces en contra sugerían que los inmigrantes se veían beneficiados gracias al esfuerzo de los británicos y que las regulaciones de la UE ponían demasiadas trabas a las empresas británicas, y que así no podían conquistar nuevos mercados.

Desde el punto de vista económico, el Brexit per se debería verse como una derrota. Las respuestas deberían ser claras y contundentes, pero, como ya se dijo, la economía es una ciencia social donde no existe la verdad absoluta, sino construcciones relativas de lo que puede ser la verdad. Para la UE esto podría ser el inicio de una larga sucesión de huidas; aún no lo sabemos. Las consecuencias para el Reino Unido fueron bien expresadas por los jóvenes, quienes se manifestaron bajo la consigna que supuso perder el derecho a vivir y trabajar en los veintisiete países restantes.

Recordemos que la UE se caracteriza por ser un área delibre comercio, lo cual implica que no se cobren aranceles a la importación y exportación de bienes y servicios entre los países miembros, pero también es una zona donde se permite la libre circulación de personas y capitales entre miembros del bloque.

Si bien la decisión del referéndum no fue vinculante, las cámaras avalaron la salida del Reino Unido, proceso que aún está en su etapa de puesta en marcha. La necesidad del Reino Unido de renegociar los acuerdos de libre comercio con los países europeos, del mismo modo que con el resto del mundo, torna a la economía británica susceptible de recesión. Como dato no menor, su moneda se debilitó al día siguiente de conocido el resultado popular.

Si bien no de forma directa, indirectamente la mundialización de la economía podría afectar el desempeño de aquellas estructuras con las cuales compartimos el subcontinente. Si el Reino Unido entrara en recesión y esta se tornara severa, las importaciones de ese país caerían y, por lo tanto, sus principales proveedores, como Alemania, China y los Estados Unidos, recibirían menor demanda desus productos, lo que debilitaría el crecimiento económico mundial, con consecuencias de las cuales nadie está exento. Es difícil pensar el modo en que podremos fortalecerla llegada de inversiones en un país aún considerado defrontera, como el nuestro, si la cuarta economía de la Tierra está en problemas. Los grandes capitales, ante situaciones de turbulencia, realizan siempre el famoso vuelo a la calidad para evitar riesgos. Así las cosas, bien podemos decir que, cuando se quema el rancho, nadie mira las flores del jardín, lo que grafica el motivo por el cual sería complicado buscar inversiones en cantidad si la economía global ingresa en zona de turbulencias.

Siempre y en todo momento las crisis también se presentan como una oportunidad. Bajo el sistema de zona delibre comercio, los países miembros establecen aranceles comunes a los países no miembros. De no participar el Reino Unido en la zona de libre comercio, aparece la posibilidad de que la Argentina negocie bilateralmente con aquel sus vínculos comerciales. Las complementariedades de las economías podrían ser explotadas si se logra un diálogo adecuado y acuerdos que beneficien a ambos países. No obstante, la principal huella del Brexit fue la aparición concreta de grupos nacionalistas, sectores de la sociedad que eran subestimados y que han vuelto a golpear con la aparición del segundo cisne negro, la victoria de Trumpen los Estados Unidos.

 

Los Estados Unidos de Trump

Contra casi todos los pronósticos, Donald Trump, desarrollador inmobiliario de 70 años sin experiencia alguna en política, el más controvertido de los candidatosque jamás hubiera nominado el Partido Republicano, dirigirá los destinos de la primera potencia mundial al menos hasta 2020.

Mucho se ha escrito sobre este personaje que ya se aseguró el paso a la historia solo por sus promesas de campaña y dichos polémicos. Repasar su camino hacia la Casa Blanca nos proporciona herramientas que nos ayudan a tener una mirada más abarcadora sobre lo que sucede en el mundo y a partir de allí tomar decisiones.

El escenario político fue un espectáculo: lejos de buscar razonamientos profundos, las campañas de Hillary Clintony Trump se basaron en chicanas y ataques entre ellos. El tono de la campaña estuvo determinado por el odio y la confrontación extrema. El objetivo nunca fue la discusión de ideas, sino ver quién las decía más fuerte. Los argumentos razonables en una contienda electoral dieron paso a una competencia de frases ingeniosas y agresiones sin precedentes. La gran ausente en la carrera por ser el45° presidente de los Estados Unidos fue la verdad.

Escuchar a Trump se ha vuelto atractivo, no porque sus discursos sean profundos (por el contrario, poco hay de cierto en sus palabras), pero es innegable que despierta emociones y estas no deben subestimarse. En esta nueva era de redes sociales se pondera más el impacto que la verificación de los hechos. Alguien puede decir barbaridades y luego negarlo; solo se trata de dotar de verosimilitud alrelato en el momento en que se lo pronuncia. Las emociones que causa una persona sobre el resto son, en sí, lo que determina la relevancia de lo que dice. No importa si la globalización perjudicó a los trabajadores estadounidenses (difícilmente eso haya sido cierto), pero hacer sentir al ciudadano de ese país que fue perjudicado por ese motivo es lo que realmente vale. Estamos en la era de la llamada posverdad, en la que se pueden decir y sostener ideas que son mentira, pero que a nadie le importa que lo sean.

El grueso de los votantes de Trump estuvo conformado por la población blanca de baja instrucción –el desempleo de este segmento de votantes es menor del 4%–, personas que, sin embargo, se quejan porque creen que el sueño americano ha muerto y quieren revivirlo según les prometió el magnate. Trump sabía lo que hacía; no le hizo falta demostrar hechos, sino que le alcanzó con reafirmar prejuicios para despertar pasiones. A todas luces demostró que pudo atraer más votos así que presentando una propuesta de república. Mientras tanto, en nuestro país, el lema de campaña de Cambiemos era pobreza cero. Pero luego ese eslogan electoral mutó y se convirtió en un objetivo a cumplir de aquí a veinte años, según indicaba el presidente Macri poco después de su primer año de gestión, durante una entrega de viviendas en la provincia de Santa Fe.

La capacidad de decir frases que realcen el ánimo del público parece ser la clave para triunfar, aun a costa de acudir a la mentira. En lo que atañe a lo estrictamente económico, no es claro aún qué tanta holgura tendrá el actual líder de los Estados Unidos para cumplir sus promesas de campaña y si realmente está decidido a hacerlo; mucho menos sabemos cuáles serán las consecuencias enel orden internacional.

Las promesas de mayor gasto en infraestructura y de recortes impositivos, de concretarse, estimularían la economía estadounidense al mejorar los beneficios esperados de las empresas (ceteris paribus). De a poco, la economía estadounidense podría robustecerse en el corto plazo y,por añadidura, la economía mundial también. Por otro lado, el aumento del gasto y la caída de impuestos se traducen en un mayor déficit fiscal, que será financiado con deuda del Tesoro. El aumento de oferta de deuda se traduce en una disminución de su precio o, lo que es lo mismo, un aumento de la tasa de interés, lo que constituye una de las principales preocupaciones para la Argentina.

Otro de los factores que explican la suba potencial detasas tiene que ver con que las consecuencias de este paquete de estímulos de Trump, en una economía próximaa su producto potencial (el nivel de producto consistente con el pleno uso de los factores productivos), como es la estadounidense, podría generar presión sobre los precios. Un eventual recalentamiento de precios llevaría a la Reserva Federal a subir los tipos de interés de referencia de política monetaria.

Otro canal por donde aparecen luces de alarma para la economía viene del lado comercial. Las cadenas globales de valor tienen a los Estados Unidos como un nodo principal dentro del proceso de producción mundial. Una eventual guerra de tarifas con China, la UE o México podría desencadenar consecuencias a una escala inimaginable sobre la estructura y los volúmenes del comercio, así como sobre la productividad laboral a nivel global. Si hay un cisne negro del cual cubrirse, sin duda este debería serel más importante.

El aspecto relativo al comercio internacional ha formado parte central de la retórica del presidente Trump, quienal comienzo de su mandato decidió no tener un secretario de Comercio, sino que se propuso negociar bilateralmente y en forma personal los acuerdos comerciales. Sin duda, esto también otorga un tono distinto a las relaciones internacionale se incorpora un concepto del libre comercio ya no tan lineal como antes. Todo parece indicar que ganarse un lugar en las góndolas estadounidenses será ungran reto. En ese contexto la Argentina tiene el desafío de integrar la agenda del presidente Trump, que, a juzgar por los primeros gestos de su administración, no pareció mostrar más interés por América Latina que el de levantar un interminable muro en la frontera con su vecino y socio al sur del Río Colorado.

 

¿Estamos equivocados?

El debate sobre la globalización

Si bien la globalización es un concepto que excede lo económico, haremos referencia a lo que atañe exclusivamente a este aspecto. Durante muchos años se ha pregonado la idea de que el libre comercio beneficia a los países que participan de él. La capacidad de un país de especializarse en producir un bien o un servicio en un área en la que tiene una ventaja comparativa, es decir, enla que tiene un menor costo de oportunidad, se traduce en situaciones de mejora en la eficiencia de los factores de producción. De esta forma, la participación en el librecomercio debería ser la norma. Pero existen situaciones en las cuales el libre comercio parece traer más problemas que soluciones, o bien en las que aplicar políticas proteccionistas es favorable para una nación.

Por lo general, la regulación del comercio internacional–fundamentalmente a través de aranceles a la importación de productos– suele manifestar que existe un problema en algún otro mercado, que resulta afectado por la llegada de bienes o servicios a menor precio. El mercado más perjudicado es el del trabajo. En el contexto de un debate que parece no tener fin en nuestro país, siempre se repiten preguntas que apuntan a entender por qué un país podría poner un arancel a la importación de un bien, como sucede, por ejemplo, en la industria textil. La respuesta es simple: para proteger el empleo en la industria textil. Por lo tanto, no se trata ya un problema de la industria textil, sino de la incapacidad de la economía para lograr que el mercado de trabajo absorba el empleo textil en caso de que el flujo internacional de esta mercadería estuviese desregulado.

De tal forma, no es que los países desconfíen del hecho de “repartirse las tareas” a nivel mundial para lograr mayor eficiencia, sino que la intervención surge como unasolución de segundo orden o solución de segundo mejor. El problema con esta visión es que, por lo general, cuando un país interviene a través de aranceles o barreras paraarancelarias, el resultado es que el empleo efectivamente se ve protegido, pero con un costo: el precio de los bienes regulados es más alto domésticamente que en una situación de libre comercio y eso afecta a los consumidores de toda la economía, que afrontan precios más altos debido a esta regulación. Deben destinar una proporción mayor de sus salarios para abonar bienes que de otro modo les costarían más baratos o, lo que es lo mismo, menos esfuerzo. Así, si bien proteger el comercio puede tener su razón de ser, es algo a considerar porque no resultará de ningún modo gratuito; se pagará con horas de trabajo.

En los últimos años estos debates han atravesado calurosas discusiones, y es más fácil y atractivo desde el punto de vista de la sensibilidad política recurrir a proteger supuestamente el empleo que a trabajar sobre los beneficios del libre comercio. Quizás sean estas pasiones, alimentadas de un halo nacionalista, las que están llevando a poner en tela de juicio los beneficios de la globalización. El gran peligro que se corre en términos mundiales es que esto alimente guerras comerciales entre países. Es decir, si un país pone un arancel a la importación de un producto, ¿por qué el otro país no podría hacer lo mismo? De esta forma se ven resquebrajados los acuerdos de comercio y la formación de bloques económicos que incluyen áreas de libre comercio. Como ejemplos de esta situación, Donald Trump decidió quitar a los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), un acuerdo de libre comercio entre más de diez países, y al otro lado del mundo, luego del Brexit, ya está en duda la continuidad de Grecia en la UE. Así, la economía mundial puede ir hacia dos caminos.

Uno es el de la creciente protección, que lleva a lugares que el mundo conoce bien. Alternativamente puede suceder que una solución de segundo mejor para este tema sea la negociación bilateral de todos los acuerdos de libre comercio. Esta instancia puede llevar a beneficios que se desprendan de cada acuerdo, pero la renegociación constante implica debates y gasto de energía para resolver el problema principal, a saber, por qué no se genera empleo y los salarios que creemos que nos merecemos.

En la primera parte también repasamos consideraciones respecto del comercio internacional. Defender el proceso de globalización requiere valentía y honestidad intelectual. Yo lo defiendo, pero no de cualquier modo, ya que los beneficios de tal proceso global son innegables en términos de reducción de la pobreza, extensión de la esperanza de vida humana y sostenibilidad de procesos de paz sin precedentes en la historia.

Sin embargo, vale decir que la participación del trabajo sobre el producto no ha subido, sino que ha bajado en las últimas décadas, lo que permite elaborar conceptos sumamente válidos sobre cómo se reparten las ganancias en este juego. Con características que redefinen los parámetros de pobres y ricos, nada parece haber cambiado lo fundamental: los pobres son cada vez más pobres y los ricos, cada vez más ricos. Todo esto –y en el marco de la era de la posverdad–sirve para justificar acciones en las que no importa si es beneficioso o no salir de un acuerdo de integración, sino que simplemente se trata de generar la sensación de que los países que forman parte están deteriorando el salario y los puestos laborales nacionales, para así tener el justificativo de tomar determinada acción.

En la otra mano de los beneficios del tiempo que vivimos, están los costos y las consecuencias potenciales de no hacer nada para crear las condiciones en las que la codicia sea un elemento del sistema, pero no necesariamente el más relevante de todos.

Economatrix
Los retos del país en el futuro cercano y el mejor modo de enfrentarlos.
Publicada por: Planeta
Fecha de publicación: 06/01/2017
Edición: 1a
ISBN: 978-950-12-9568-9
Disponible en: Libro de bolsillo
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