jueves 25 de abril de 2024
Cursos de periodismo

«Verás cosas extraordinarias», de Carolina Reymúndez

Si confiamos en el viejo proverbio chino, lo extraordinario puede estar en cualquier lado. Aparecerá ante nosotros con sólo sentarnos en silencio a la sombra de los bambúes. Carolina Reymúndez, periodista especializada en viajes no le hace demasiado caso al dicho y sale a recorrer países y geografías: de Siberia a Durazno y de Zimbawe a Nueva York. En 25 relatos breves, este libro no sólo cruza fronteras, también atraviesa paisajes, cuenta anécdotas, se llena de nostalgia y transita el tiempo del viaje. Encuentra “cosas” fuera de lo ordinario, más que por sus propias características por la mirada que las percibe, capaz de ver lo singular en lo cotidiano.

La editorial Periplo desarrolló un catálogo de títulos en los que relaciona la gastronomía con otras buenas artes. En “Verás cosas extraordinarias” invitó a Reymúndez a maridar sus relatos con recetas de la cocinera y curadora de arte Florencia Cillo y las ilustraciones del talentoso Marcos Farina.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

GUARURA POR DOS HORAS

En mexicano, guardaespaldas se dice guarura. Mi amiga periodista no tiene guarura. Vive en la colonia Roma, un barrio antiguo que se puso de moda hace unos años. Hay cafés gourmet y tiendas diseñadas y hipsters y una plaza que se llama Río de Janeiro con una réplica del David de Michelangelo como una declaración de virilidad.

La casa de mi amiga queda en una vecindad igual a la de El Chavo pero sin barril. Ella vive en el último bloque, en un piso luminoso donde siempre recibe gente de todas partes. Esta vez me quedo yo. Mi amiga cubre la violencia, concretamente, las víctimas de la guerra narco: chicos sin padres, mujeres sin maridos, madres sin hijos. Muertos, muertos, muertos.

Al día siguiente de mi llegada anuncia que se va por dos días. Me deja las llaves de la casa y me pide por favor que me encargue de su perro Goyo. Cumplo la misión: lo llevo a la plaza Río de Janeiro, lo saco cuando voy a comer unos tacos pastor al boliche de la esquina y también si salgo a tomar café.

Cuando vuelve del viaje relámpago, mi amiga me cuenta que necesita ver a un informante. Parece que alguien tiene cosas importantes para decirle. Se supone que sabe dónde hay fosas clandestinas y quiere darle un dato. Ella confía pero duda porque mataron demasiados colegas en los últimos años. Me pide que la acompañe al bar donde se encontrará con la fuente. Que la acompañe en calidad de guarura. Nos abrigamos y salimos a la noche oscura de la Roma. Ella camina adelante, yo, casi una cuadra atrás. Cabizbaja, las manos en los bolsillos, los pasos pesados; disimulo como los espías en las películas. Entra en el café, se sienta. Entro en el café, me siento unas mesas más atrás, de frente a ella. Me hará una seña si tiene un problema. O me mandará un mensaje al teléfono. Pido la clave de internet pero el teléfono no engancha la red. Me levanto a preguntar, voy y vengo varias veces por el salón. Temo que me descubran. El informante ya llegó. Parece un modelo latino de Vogue. Es alto, casi negro, pelo corto, furiosamente buenmozo. Apoyó en el piso una mochila grande con una mantita rosa enrollada arriba. Rosa bebé. Pido una sopa y los miro. No les saco la vista de encima. Parece una cita pero no lo es. Hablan de muertos y de cadáveres escondidos. Ella toma un té y él una Coca Cola. En un momento, él se para y se va. Mi amiga pide la cuenta. Pido la cuenta. Paga y se va. Pago y me voy. La sigo de lejos hasta que se da vuelta y me espera. Recién ahí el cuerpo se afloja y camino normalmente. Aunque todo esto no sea normal.

Dice que le dijo poco o al menos ella dice poco. Caminamos en silencio. En unos minutos, la Roma turística rellena la oscuridad con bares de Margaritas y Tequila.

Pico de gallo con fruta
Ingredientes para 2 personas: 2 naranjas o un mango grande, 1 cebolla mediana, 1 jalapeño (puede ser menos para que no resulte tan picante), 1 limón y su jugo, 1∕3 taza de cilantro, sal marina.

Pelar las naranjas (o el mango) a vivo retirando la piel blanca y cortar en cubos pequeños. Picar fino la cebolla y el jalapeño sin semillas. Por último, cortar las hojas de cilantro con las manos. Mezclar todos los ingredientes con el jugo del limón y la sal y enfriar por 2 horas.

Servir como entrada en copas de cóctel o acompañando carnes rojas, tacos o enchiladas.

 

TRANS

Cuanto más camino por Moscú, más quiero verla en blanco y negro. Correr a los turistas que posan con fondo de San Basilio, las tiendas GUM, el Kremlin. Sin los colores estridentes, los paraguas, los teléfonos, se restauraría el paisaje. Es cierto que, como dice una amiga, el condicional no existe y si existiera tendría que correrme yo misma, pero me gusta imaginar cómo se vería la calle Nikholskaya, por ejemplo, sin los arcos de luces ni el show del consumo. Comparar el centro de hoy, entre nuevas sucursales de Le Pain Quotidien y vidrieras de H&M y Zara, y las calles de ayer, con desfiles militares. Las publicidades del mundo globalizado versus los pósters de Alexander Ródchenko.

Sería fantástico que, en algún pasaje cercano a la Plaza Roja, en el barrio de Kitai Gorod, hubiera un cine donde se proyectaran imágenes antiguas de la ciudad. De hace cien años, cincuenta, hasta de treinta años atrás. Cine continuado, da lo mismo si es mudo, lo que importa es ver Moscú. La ciudad mito. La capital roja. La ciudad que Napoleón no pudo invadir. Una de las dos capitales del mundo durante la Guerra Fría. La sede del cuartel general de la KGB. Lo veo ahora desde la ventana de una suite del hotel St. Regis Nikholskaya. La temida KGB, alguna vez cargada de espías y tramas ocultas, se ve enana desde un piso veintipico. Leí que el gobierno ruso pretende revivirla. Todo puede ser pero desde acá arriba el servicio de inteligencia parece rendido ante el lujo hotelero. Moscú es una de las ciudades con más millonarios del mundo. Los zares del dinero, nacidos al amparo del petróleo, transitan en sus Lamborghini y Hummer blindados, por calles que se llaman Lenin y Marx y frente a edificios públicos que todavía ostentan el martillo y la hoz. La transformación de Moscú es contundente. Si fuera un ser humano tendría una nueva identidad: no binario, pangénero, trans, algo distinto de su origen.

Pickles de remolacha
Ingredientes para 1 frasco de 1 litro o 4 frascos de 250 ml:

1 kg de remolacha cruda, 1 cdta. de rábano picante fresco (opcional), 1½ litro de vinagre de vino blanco, 1 cdta. de sal marina.

A gusto: 1 cdta. de mostaza en grano, 1 cdta. de semillas de eneldo, 1 rama pequeña de canela.

Lavar las remolachas con cáscara y un poco de su tallo lo que hará que conserven la intensidad del color durante la cocción. Colocarlas en una cacerola grande, cubrirlas con agua fría y llevarlas a hervor. Cocinarlas hasta que estén tiernas, 1 hora aproximadamente. Retirarlas del agua, dejarlas enfriar y pelarlas con la mano. Luego cortar las remolachas en cubos pequeños y envasarlos en los frascos previamente esterilizados junto con el rábano rallado, dejando un tercio del volumen libre. En una cacerola llevar el vinagre a hervor con las especias que se hayan elegido y la sal marina. Cocinar 3 minutos, dejar enfriar y verter sobre las remolachas. Golpear los frascos suavemente para eliminar las burbujas de aire. Cerrarlos y guardarlos en un lugar fresco y oscuro durante 3 semanas antes de consumir.

Servir como aperitivo con un poco de crema de leche batida mezclada con jugo de limón y eneldo picado o acompañando carnes rojas.

 

ESTE PAÍS QUEMA

Subo al metro, que podría ser suizo pero es emiratí. Coches nuevos impecables y pasajeros extranjeros que vienen a Dubái a trabajar.
Afuera pasan lagos artificiales, shoppings, gigantografías del rey, palmeras y edificios que rascan el cielo, como el Burj Khalifa, de los más altos del mundo o el Burj Al Arab, el hotel de las canillas de oro.
Bajo en la estación Ibn Battuta. El contacto con el exterior es brutal, un golpe de aire caliente. Sigo al hombre que va adelante. Camina lento aunque debería ir corriendo con un matafuegos para apagar
las llamas de esta tarde bochornosa.
Lo sigo, es mi referencia y mi todo. Lo miro como a un profeta.
¿O será el rey diablo del infierno árabe? No puedo pensar con tanto calor. No lo conozco pero lo sigo. Si puede, puedo.
“Te tocó un mes caluroso”, comentó mi anfitrión con una levedad irrespetuosa. ¿Un mes caluroso? Me tocaron días de fuego. Este país quema. Las manos, el pelo y los párpados si uno va sin anteojos. Apenas se puede respirar. Camino cinco cuadras detrás del hombre-profeta-rey-diablo.
Después de la primera, incluso le rezo para no desmayarme antes de llegar a un aire acondicionado. En la imaginación se cruzan botellas de agua helada con gotas que se derriten, bajan por el
cuello y las recorren enteras.
Las cuadras son largas y están vacías. En el verano —que dura casi todo el año—, Dubái parece un país fantasma. La vida cotidiana no contempla espacios no climatizados. Se salta de aire en aire.
Se viven vidas acondicionadas. En un lugar tan luminoso, a los habitantes les falta de vitamina D. Igual que en los países nórdicos pero porque huyen del sol.
Sigo al hombre de túnica blanca como una devota abatida. Si en este momento alguien nos viera caminando desde alguna ventana quizás se apiadaría, tal vez mandaría una limusina con una
limonada fresca. Pero seguro que nadie mira: con la temperatura de Dubái hasta los sueños se derriten.

Falafel

Ingredientes para 4 personas: ½ kg de garbanzos, 2 cebollas, ½ taza de perejil fresco, ½ taza de cilantro fresco, 2 cdtas. de semillas de comino tostadas y molidas, 1 cdta. de sal, ½ cdta. de bicarbonato de sodio, ½ cdta. de pimienta, ½ cdta. de ají de cayena, lechuga, humus, tzatziki, sésamo tostado molido.

Poner los garbanzos en remojo en la heladera durante 8 horas. Luego, colarlos y lavarlos con agua fresca. Triturar los garbanzos crudos con ayuda de licuadora o trituradora manual junto con el ajo, el perejil, el cilantro y la cebolla picada. Añadir a la mezcla sal, pimienta, ají de cayena y bicarbonato de sodio. Dejar descansar la preparación 30 minutos en la heladera. Debe tener una consistencia espesa para formar pequeñas bolitas o mini hamburguesas. Freír en una sartén hasta dorar, entre 4 y 5 minutos. Escurrir y secar en papel absorbente.

Servir el falafel con humus o dentro de un pan pita acompañado de lechuga, tzatziki (página 30) y sésamo tostado y molido.

 

Limonada
Ingredientes para 1 jarra de 1 litro: 1 taza de agua, 1 taza de azúcar, 1 taza de jugo de limón recién exprimido (de 6 a 7 limones), 3 tazas de agua fría, 1 limón cortado en gajos finos, 1 taza de hojas de menta fresca (pueden ser también hojas de albahaca o flores de lavanda).

Hervir el azúcar en una taza de agua 2 minutos hasta que se disuelva y dejar enfriar. Volcarlo en la licuadora, agregar el agua fría, el jugo de los limones y la hierba aromática que se haya elegido. Licuar 2 minutos. Servir en vasos refrigerados con abundante hielo, gajos de limón y una hoja de menta para decorar.

Verás cosas extraordinarias
Un catálogo de títulos que relaciona la gastronomía con otras buenas artes.
Publicada por: Periplo
Fecha de publicación: 11/01/2018
Edición: 1a
ISBN: 978-987-45867-7-3
Disponible en: Libro de bolsillo
- Publicidad -

Lo último