lunes 18 de marzo de 2024
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Consenso sin consenso

A esta altura parece una marca de su gestión: el gobierno de Mauricio Macri hace las cosas rápido y mal. Una idea necesaria para el funcionamiento institucional de un país como la generación de acuerdos y consensos con la oposición también quedó infectada de esas maneras mezquinas con las que se identifica el líder de Cambiemos desde que fue elegido para administrar el Estado nacional. El jueves pasado dejó trascender a la prensa la existencia de negociaciones con “el peronismo racional” en base a un compromiso de diez puntos que distribuyó ampliamente. Sin embargo, de la ronda inevitable de consultas reveló que Sergio Massa y Roberto Lavagna (los dos dirigentes que, además, de Cristina Kirchner tienen un caudal significativo de votos en el PJ) no sabían nada de “las negociaciones”. Luego se supo que se trataba de una idea pergeñada por el Ministro del Interior, Rogelio Frigerio y el senador Miguel Ángel Pichetto. Y que las negociaciones con el resto no eran tales. Y que los diez puntos tenían dos objetivos centrales “calmar” a los mercados y “aislar” al kirchnerismo. El contundente rechazo de Massa y Lavagna a lo que definieron como una “operación electoral” hizo replantear la propuesta y obligó al Presidente a implicarse en el tema. Comenzó una ronda de llamados telefónicos y se amplió la convocatoria a la Iglesia, la CGT y hasta a la archienemiga preferida: CFK.

El paper oficial implica un gesto destinado al FMI de que no se va a defaultear aunque Macri sea derrotado en las próximas elecciones. Pide lograr y mantener el equilibrio fiscal; combatir la inflación; creación de empleo a través de una legislación laboral moderna; reducción de la carga impositiva; consolidación un sistema previsional sostenible y equitativo; asegurar un sistema de estadísticas transparente y “cumplir las obligaciones con nuestros acreedores”.

La respuesta más contundente la brindó Lavagna primero en la red social Twitter y luego por carta. El ex ministro de Economía rebatió cada punto del decálogo oficial y reclamó hacer eje en el crecimiento y no en “el ajuste”. Señaló, por ejemplo, que “el equilibrio fiscal logrado por medio de una recesión económica no es ni viable, ni sostenible –señaló–. Solo una economía en marcha puede alcanzar un equilibrio que sea además socialmente aceptable”. Y explicó que “la legislación laboral no crea empleo por sí solo. Se crea empleo cuando la economía crece de manera estable y solo en ese contexto se ayuda con legislación que mejora la productividad”. Durante el fin de semana el Presidente llamó personalmente a Lavagna por teléfono y lo invitó a discutir el documento. Discusión que, según la portada de los diarios de mayor circulación del país el viernes pasado ya se había dado.

Después de tres años sin hablar, Macri también llamó a Sergio Massa pero no tuvo mucha suerte. El precandidato presidencial por Alternativa Federal publicó en sus redes sociales: “Argentina necesita políticas de estado. No marketing electoral” y fustigó: “Es un Gobierno terco, que repite una y otra vez: ‘no hay otro camino, es por acá’, pero nosotros sabemos que hay otra manera de hacer las cosas, que hay otras soluciones, que hay alternativa”. El 2 de abril pasado, el tigrense había lanzado un decálogo propio en base a políticas de crecimiento que envió a 60 dirigentes y pidió que se convocara a toda la oposición incluida Cristina Kirchner.

Macri siguió marcando el teléfono. Llamó a Daniel Scioli, su competidor en 2015 y, como era de esperar, el actual pre candidato a la presidencia por el PJ se mostró dispuesto a dialogar siempre con optimismo. “El Presidente sabe que cuenta conmigo desde mi lugar de un opositor sano, constructivo y responsable”. Su colega Juan Manuel Urtubey también se mostró abierto a las charlas sin mayores reparos. Entusiasmados, en el gobierno convocaron públicamente a los empresarios (los grandes ya habían participado de la idea oficial y la alentaron en todos los escenarios que pudieron ocupar durante el fin de semana), la Iglesia y la CGT.

¿Qué hará Cristina Kirchner? Invitada públicamente por el ministro Frigerio y luego por la carta del Presidente. Dos de los políticos que la frecuentan se turnaron para rechazar el acuerdo (Alberto Fernández) y para dejar abierta la posibilidad de una charla (Oscar Parrilli). “¿Cuándo se negó a hablar?”, dijo el ex Secretario Legal y Técnico. Una legión de políticos y periodistas podría anotarse para enumerar la cantidad de veces.

Lejos de las declaraciones públicas, desde el kirchnerismo no se cansaban de recordar que la invitación llegaba dos días después de que Macri había relacionado a su antecesora con la confrontación, la corrupción y la oscuridad. Aseguran que de responder lo hará por escrito y en una posición similar a la expresada por sus ex ministros Lavagna y Massa. ¿Por qué quedar pegados a un gobierno que fracasó?, se preguntan. La ex presidenta hablará el jueves en la presentación de su libro. Imposible saber si se referirá a la convocatoria.

Al margen de las adhesiones o los repudios cosechados por el decálogo oficial, la movida deja la sensación que se malversó una herramienta indispensable para gobernar. Los consensos son fundamentales para generar políticas a largo plazo. Para establecerlos hay que tener generosidad. Acordar implica ceder y escuchar al que piensa distinto. Un acuerdo político amplio debe estar fuera de la lógica mezquina de la dinámica electoral y no debe tener excluidos. Es ideal que se convoque en el inicio de una gestión o después de una validación popular. Y, esencialmente, no puede ser producto de la necesidad coyuntural sino de la convicción real.