Este retrato de nuestra galaxia, la Vía Láctea, muestra una mezcla de gas, partículas cargadas y varios tipos de polvo. La imagen compuesta proviene de la misión Planck de la Agencia Espacial Europea, en la que la NASA juega un papel importante. El telescopio espacial pasó más de cuatro años detectando la luz más antigua del universo, que viajó miles de millones de años para llegar a nosotros. Pero esa luz antigua nos llega mezclada con luz de longitudes de onda similares generadas más cerca de casa, dentro de nuestra Vía Láctea y otras galaxias cercanas. Los científicos restan minuciosamente la luz de la Vía Láctea para aislar las señales antiguas, pero esta luz cercana también beneficia a los astrónomos. Como lo demuestra el mapa, Planck puede detectar un frenesí de actividad en nuestra Vía Láctea. Los astrónomos usan mapas como estos para comprender mejor la composición, temperatura, densidad y estructura a gran escala del material entre las estrellas, además de los patrones de formación de estrellas en toda nuestra galaxia y el papel de los campos magnéticos.
