viernes 26 de abril de 2024
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«Propaganda Due», de Carlos Manfroni

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A partir de los años sesenta y hasta la guerra de las Malvinas, con una proyección que llega a nuestros días, la logia Propaganda Due habría estado detrás de los más luctuosos acontecimientos de la vida política argentina y manipulado a sus protagonistas, de un lado y del otro de la confrontación ideológica, casi como un espejo de lo que sucedía en Italia.

Este libro revela, paso a paso, una compleja trama de conexiones entre banqueros, funcionarios, servicios de inteligencia, militares, guerrilleros, mafia y organizaciones del terrorismo islámico que explica, en clave masónica, los hechos más misteriosos y emblemáticos de la historia reciente: la incubación de Montoneros en el gobierno de Juan Carlos Onganía; las motivaciones reales de los asesinatos de Augusto T. Vandor, Pedro Eugenio Aramburu, José I. Rucci y Carlos Mugica; la verdadera causa de la designación de Héctor Cámpora para ocupar la presidencia de la nación y de la negativa de Perón a regresar antes de la fecha límite para ser candidato; la muerte del papa Juan Pablo I y el atentado contra Juan Pablo II; el pacto Montoneros-Massera y su conexión con la desaparición de Rodolfo Walsh; el homicidio de los testigos conocidos y los hasta ahora no revelados de aquel acuerdo, así como la profanación del cadáver de Juan D. Perón y la muerte del fiscal Alberto Nisman, entre muchos otros acontecimientos.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

Capítulo 5

El presidente

Cámpora: el elegido de la P2

El 13 de abril de 1971, cuatro días después de la carta por medio de la cual la flamante organización Montoneros preguntaba a su reciente líder si sus planes se habían arruinado con la muerte de Aramburu, y una semana antes de la respuesta de Perón, la quinta “17 de Octubre”, en Madrid, recibió muchas visitas de argentinos. Posiblemente, alguno de aquellos concurrentes haya llevado la correspondencia y regresado con las respuestas del ex presidente exiliado. Entre los visitantes de esa jornada, estaba el coronel Francisco Cornicelli, acompañado por Jorge Daniel Paladino y comisionado por el nuevo presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, a fin de intentar algún tipo de arreglo con Perón para el retorno a la democracia. El proyecto de Aramburu empezaba a revivir; pero con nuevos participantes y también con diferentes condiciones.

Lanusse había sido un oficial cercano a Aramburu y durante la Revolución Libertadora ejerció la jefatura del Regimiento de Granaderos, que tradicionalmente se encarga de la custodia del presidente en ejercicio. Sin embargo, a diferencia de Aramburu, no parecía un hombre inteligente y era, en cambio, un antiperonista furibundo. Estas condiciones, unidas a su extrema rigurosidad, le habían llevado a perder muchos de sus dientes mientras estuvo encarcelado en 1951 a causa de un intento de golpe contra Perón, ya que una y otra vez dijo en la prisión que ningún odontólogo peronista le iba a tocar la boca.

Cornicelli no era el único intermediario de las negociaciones para volver a la democracia en la Argentina, levantar la proscripción al peronismo y promover el retorno del ex presidente exiliado. El 12 de marzo de 1972, Perón recibió, en la quinta “17 de Octubre”, de Madrid, la visita de Arturo Frondizi, quien había sido alternativamente rival y aliado de Perón, en varias oportunidades sucesivas. Ambos compartían la condición de presidentes depuestos por un golpe militar.

Junto con Frondizi, concurrió un personaje pintoresco que, tras el allanamiento a la o& cina de Gelli, años después, apareció en las listas de la P2 como “expulsado”. Se trataba de Giancarlo Elia Valori, un funcionario de relaciones institucionales de la empresa Fiat, que reportaba al director general de la automotriz italiana y ostentaba, además, el título honorífico de “camarlengo de capa y espada” del Vaticano.

Parecía algo raro imaginar una audiencia con Perón a la que acudieran juntos otro ex presidente argentino y un pintoresco empresario del norte de Italia; una reunión en la que también estuvieron Isabel, López Rega y Paladino. No obstante, la relación de Giancarlo Elia Valori con Frondizi procedía de muchos años atrás. Frondizi era el padrino de los sobrinos de Valori; es decir, los hijos de su hermano Leo, que murió en la Argentina, donde había trabajado desde 1948, enviado por Enrico Mattei, el principal impulsor del Ente Nazionale Idrocarburi, el famoso “ENI”.

Frondizi no era un padrino cualquiera; había evitado que uno de los sobrinos de Giancarlo Elia Valori fuera enviado a las Malvinas, durante la guerra de 1982.

Leo Valori había conocido a Perón durante su trabajo como representante del ENI en la Argentina y, en 1963, cuando el ex presidente estaba asilado en España, le hizo llegar un regalo por vía de su hermano Giancarlo, que visitaba todos los años Buenos Aires.

Sin embargo, Valori no viajaba a la Argentina únicamente para visitar a su familia. Mantenía una estrecha relación con Umberto Ortolani, uno de los principales jefes de Propaganda Due, quien había desplegado sus negocios bancarios, inmobiliarios y editoriales a uno y otro lado del Río de la Plata. Y tampoco la familia constituía el único vínculo entre Frondizi y Valori. Ambos formaban parte del Instituto para Problemas del Nuevo Orden Internacional, fundado en Bucarest por Nicolae Ceausescu, el dictador de Rumania —de estrecha relación con la P2—, que era el presidente honorario de la institución, mientras Frondizi era el presidente del Consejo de Administración. Se trataba de una institución curiosa o, en realidad, poco curiosa, pues a lo largo de los años, casi no había publicado trabajos propios de su materia.

Frondizi y Valori conversaban en Europa —donde el ex presidente visitaba regularmente a su hija— acerca del proyecto de la Organización Mundial para el Pensamiento y la Asistencia Masónica, la Ompam, que serviría después a Licio Gelli para crear una especie de trilateral latinoamericana y, sobre todo, para su crecimiento personal en Sudamérica, pero que no obtuvo el apoyo de la masonería de Inglaterra ni de la de Estados Unidos. También López Rega se involucraría en la Ompam y así parecía que, en algún momento, las idas y vueltas de la vida habían provocado que todos conocieran a todos; a veces, de manera paradójica.

Habían transcurrido ya diez años desde que Frondizi había sido desalojado de la Casa Rosada. Durante ese tiempo, no olvidó a su ayudante de campo, un joven marino que él había designado cuando era presidente. Aún dos años después de su entrevista con Perón, en Madrid, volvió a encontrarse con Giancarlo Elia Valori, durante una de sus visitas a Italia, y le confesó su asombro: “¡Qué extraño este hombre. Había empezado bien, con ideas democráticas, abierto a cierta evolución, a ciertos fenómenos, pero está totalmente cambiado!”. Se refería al ya entonces almirante Emilio Eduardo Massera.

Cuando Frondizi y Valori entrevistaron a Perón en Madrid, eran, pues, viejos amigos. Giancarlo Elia Valori había preparado ese encuentro durante siete meses; algo poco imaginable si no hubiera contado con el consentimiento del gobierno argentino, por más que el general Lanusse consideraba a Valori un fanfarrón, una calificación que el empresario italiano atribuía al enojo de Lanusse por su buena relación con Perón.405 Pero todo eso formaba parte de las pequeñeces de la superficie. Lo cierto es que Licio Gelli —como él mismo reconoció años después— fue recibido por el presidente Lanusse, a instancias de otros generales. No era difícil adivinar quiénes habían sido los intermediarios cuando el general Luis Alberto Betti, operador político de Lanusse, apareció años después en las listas de Propaganda Due secuestradas en Castiglion Fibocchi.

Durante la reunión, Gelli pidió a Lanusse que llamara a elecciones en la Argentina, a la vez que le anticipó que el Partido Justicialista propondría como candidato a Héctor Cámpora, un dentista de la pequeña localidad de San Andrés de Giles que había sido diputado en la primera presidencia de Perón y, después, su delegado personal, en reemplazo de Jorge Daniel Paladino. El candidato —se decía que in# uido por sus hijos Héctor y Carlos y su sobrino Mario—, mantenía excelentes relaciones con las organizaciones armadas, especialmente con Montoneros.

A cambio de la aceptación de la candidatura de Cámpora, Gelli ofreció al general Lanusse la seguridad de terminar en paz su mandato. ¡Terminar en paz su mandato! Lanusse era tan colérico y testarudo como antiperonista, a punto de haber murmurado en las & las del Ejército contra su amigo, el presidente Aramburu, porque dialogaba con políticos y gremialistas del peronismo. ¡Y ahora que él mismo era el presidente, se presentaba en su despacho un fabricante de telas italiano y le sugería que dejara volver a Perón y aceptara como candidato al delegado del presidente exiliado, si es que quería terminar en paz su gobierno! Se trataba de una de esas escenas de la Historia que la gente suele pasar por alto porque las considera un detalle que no altera la línea del tiempo; pero cuando alguien se detiene en su narración, aquellas imágenes aparecen absurdas y ridículas. Absurdas, ridículas, extrañas…; Lanusse, en lugar de expulsar violentamente de su despacho a su interlocutor, como hubiera hecho en cualquier otra ocasión, creyó en la amenaza e hizo lo que se le indicaba. Indudablemente, sabía de qué hablaba Gelli y, sobre todo, qué herramientas manejaba para cumplir con lo que prometía.

Lo que Aramburu se proponía hacer libremente y a conciencia, después de su asesinato se llevó a cabo bajo la presión y condiciones de Propaganda Due, que oportunamente colocó como mínimo a ocho funcionarios en posiciones clave del gobierno argentino.

Años después, Gelli dijo a Lino Salvini, autoridad máxima del Gran Oriente de Italia, que él había jugado un papel determinante en la elección de Cámpora para la candidatura a presidente.

Finalmente, Lanusse iba a poner la banda presidencial a un odontólogo peronista.

Propaganda Due
La logia Propaganda Due detrás de militares, guerrilleros y políticos en la Argentina de los últimos años. Un libro que revela aspectos de la íntima conexión entre el pasado y el presente, desde la incorporación de funcionarios de la P2 en el gabinete camporista hasta la actuación del juez Griesa, la penetración de Irán en América latina o la muerte del fiscal Nisman. Mafia, terrorismo y dinero.
Publicada por: Sudamericana
Fecha de publicación: 04/01/2016
Edición: 1a
ISBN: 9789500754958
Disponible en: Libro de bolsillo
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