El enviado especial de las Naciones Unidas para la provincia serbia de Kosovo, Martti Ahtisaari, presentó un informe en el que se plantean las nuevas perspectivas para la zona y en el que se propone la implementación de una soberanía kosovar bajo control internacional.
Kosovo fue la cuna de la nación serbia, pero la historia la ha transformado en una provincia de población mayoritariamente albanesa. Las diferencias étnicas y culturales llevaron a grandes enfrentamientos y al sometimiento, durante muchos años, de los albaneses a los designios de los distintos regímenes servios.
En 1990 los albaneses declararon su independencia, que fue desconocida por todos los países del mundo, excepto Albania, causando un severo conflicto que culminó con la intervención de las Naciones Unidas, lideradas por Estados Unidos.
Tras un año entero de cerradas deliberaciones, Ahtisaari presentó su trabajo con distintas propuestas que lleven a una resolución de los conflictos. El eje de los proyectos que impulsa se encuentra en el mutuo reconocimiento: si bien Kosovo seguiría siendo un municipio serbio, pero ostentará un grado de autonomía distinto al de los demás, siempre, bajo estricto control internacional.
La ONU en su conjunto recibiría con buenos ojos la propuesta, como ya lo ha hecho la OTAN. Rusia, valedora de Serbia, recibió con frialdad la medida y prefirió aún no manifestarse al respecto.
Mientras tanto, el recuento de votos de los comicios parlamentarios serbios indica, en principio, que se estaría imponiendo con una amplia mayoría el ultra nacionalista Partido Radical Serbio (SRS), que se opondría firmemente a cualquier autonomía kosovar.
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