Una nueva serie de atentados con explosivos dejó al menos 29 muertos en Bagdad y el Gobierno de Nuri al Maliki continúa sin poder aplicar de manera efectiva su plan de seguridad para evitar el clima de guerra civil que se vive en todo Irak.
Al menos 18 personas perdieron la vida, entre ellos cinco mujeres y tres niños, y otras 50 resultaron heridas al explotar una bomba en las cercanías de un concurrido mercado en el barrio chiíta de Yurta Rabia. En Kerbala, al sur de la capital iraquí, otras 11 murieron por la explosión de una autobús bomba en una terminal de micros.
Esta serie, sumada a la incontenible ola de ataques entre chiítas y sunitas, entre los mismos chiítas y contra las fuerzas de ocupación, mantiene en estado de alerta al Gobierno, que ha demostrado una evidente imposibilidad de contrarrestar la violencia, a pesar de los constantes relanzamientos de su plan de seguridad.
Si bien se sostiene que el plan logró disminuir los altos índices de asesinatos sectarios y los secuestros seguidos de torturas y ejecuciones, no ha podido contener los atentados que causan muertes masivas y costosos daños materiales en todo el país.
Este fracaso de las políticas de seguridad de Al Maliki ha llevado a la renuncia de varios de sus funcionarios de relevancia, que prevén una caída del Gobierno e intentan despegarse a tiempo para poder participar de la nueva alianza.
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