miércoles 24 de abril de 2024
Cursos de periodismo

Todo es igual

Reivindicación de su gestión y mandobles para los fondos buitres, “los caranchos judiciales”, la oposición, y los medios de comunicación “independientes”. Cristina Kirchner volvió como se fue, dispuesta a dar sus batallas predilectas de manera frontal. Así será hasta que entregue el poder. Reapareció en un acto público organizado por la Cámara de la Construcción después de tres semanas de convalecencia por orden médica. Rechazó modificar el Impuesto a las Ganancias, un reclamo generalizado entre los gremios –incluidos los más cercanos a su gobierno– y le pidió a los empresarios que les pregunten a los candidatos “qué van a hacer y cómo”. Luego, en la red social Twitter, se ocupó de cuestionar al juez federal Claudio Bonadío, el magistrado que la semana pasada allanó una de las empresas de la Presidenta.

Si bien existía cierta expectativa de algún anuncio sobre el Impuesto a las Ganancias sobre los salarios, la no utilización de la cadena oficial fue desinflando el entusiasmo previo. Todo lo contrario. Cristina Kirchner les pidió comprensión a los trabajadores y preguntó: “¿Cómo hacemos para financiar obra pública si no cobramos impuestos?”, interrogó al auditorio. La tentación de una respuesta es inevitable: con impuestos que se apliquen a los que más tienen y más ganan y no a los trabajadores. Por lo menos no sobre aquellos que no ganan sueldos tan importantes.

La malversación de la escala del Impuesto a las Ganancias, la falta de retoques en los mínimos no imponibles, convirtió a un tributo noble y directo en una mala palabra. Por lo menos para un millón de asalariados. En los países desarrollados los impuestos sobre los ingresos son una preocupación de los empresarios, deportistas de elite o artistas famosos. En Argentina es un tema que está en la agenda de los sindicatos. La decisión de no realizar una profunda reforma fiscal, a pesar de contar con mayorías parlamentarias durante diez años, recorta el discurso progresista del gobierno.

La Presidenta atendió a los Fondos Buitres y también habló de “caranchos judiciales”. No lo había nombrado pero en el auditorio nadie dudó que la referencia era para el juez Bonadío. El magistrado se convirtió en los últimos meses en una suerte de azote del gobierno. Allanó una empresa de la Presidenta en busca de balances pero antes falló contra el ex Secretario de Comercio, Guillermo Moreno; tiene al borde del juicio oral al vicepresidente Amado Boudou por los papeles truchos de un vehículo de su propiedad y le pidió el desafuero al fiscal antilavado Carlos Gonella, quien lo recusó.

En la red social Twitter la presidenta señaló que Bonadío tiene el 20 por ciento de una empresa –Mansue SA– y su hermano el 40 por ciento y que la misma no presentó sus últimos balances al igual que Hotesur, la firma hotelera de los Kirchner. Y se preguntó: “¿Algún legislador o legisladora denunciará? ¿Algún juez allanará? ¿Qué dirá la prensa independiente?”. La idea de “vos hacés lo mismo” es, cuanto menos, curiosa en boca de la más alta autoridad del país. Bonadío está muy lejos de los parámetros de probidad y eficacia que requiere un puesto como el que ocupa pero en la justicia federal son pocos los que reúnen esas características.

Bonadío integra la legión de funcionarios judiciales que aplican una singular lógica de supervivencia: hacer la plancha mientras el poderoso tiene poder y despertarse cuando empieza a perderlo. Los políticos se mueven de manera parecida. Bancan a jueces impresentables en tanto no los agobien con denuncias. Más allá de estos datos ciertos, responder con información clara y completa a las denuncias judiciales es la única manera de despejar dudas. La relación de la familia Kirchner con Lázaro Báez es una mancha que crece en la oscuridad y el silencio. Hace diez días se conoció que el empresario hizo depósitos en una cuenta en Suiza por 15 millones de dólares en un año. Mientras tanto en la justicia local no hubo ningún avance significativo sobre su patrimonio. De hecho, el allanamiento del juez es por una falta formal que, ahora sabemos, él también cometió en la estación de servicio que tiene con sus familiares. Enojarse en público sólo conforma a la hinchada.