miércoles 24 de abril de 2024
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«Científicos sobre ruedas»

CIENTÍFICOS SOBRE RUEDAS (A)

Científicos sobre ruedas es un libro realizado por varios autores y miembros del grupo The Big Van Theory, que están unidos por la ciencia, pero además también por el buen humor. Sin perder el rigor y buscando despertar la curiosidad en la gente, los autores de estas páginas creen quen la ciencia puede explicarse en forma divertida. Así, develarán algunos de los hermosos «secretos» científicos. A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

LA PLANTA CUANTO MÁS PELUDA, MÁS AYUDA

¿Quién es el listo de los lectores de este libro que sabe decirme en qué se parecen una planta y un oso?

¡Uy! ¡Qué cara estarás poniendo! ¿Nadie? Vamos, que si te has comprado este libro no es por parecer intelectual, sino porque supongo que te interesa la ciencia, aunque sea un poquito. Piensa, piensa un poco en lo que te enseñaron en la escuela. ¿El oso hace la fotosíntesis? ¡No! Porque de hacerla se nos pondría verde, que la verdad, sería divertido tener un oso verde para sacarlo a pasear al parque, pero no serviría para nada. Más preguntas: la planta, como el oso, ¿puede ser omnívora? Tampoco. Entonces, vamos a ver, el oso es muy peludo. ¿Y la planta? ¡No!, dirás convencido. Buf, ¡pues esta vez va a ser que sí!

Conocerás el dicho: «El hombre como el oso, cuanto más peludo, ¡más hermoso!». Pues para las plantas se podría aplicar algo parecido, tipo: «La planta cuanto más peluda… más ayuda». Y es que las plantas tienen pelos, muchos pelos, y los tienen por todos lados. Los tienen en las hojas, los tallos e incluso en las flores. Pero quizá no te hayas dado cuenta porque no se ven a simple vista, ya que suelen ser muy pequeñitos y transparentes. Pero estos pelillos, aun siendo diminutos y cristalinos, son más complejos que los pelos de los humanos y animales. Como complejo es su nombre, ya que no se llaman pelillos, sino tricomas. Por lo general los pelos de los animales, y de nosotros los humanos, sirven como barrera mecánica frente a las adversidades. Por ejemplo para protegerse del frío; de ahí el dicho popular: «Digan lo que digan, los pelos del culo abrigan». O por ejemplo, estos pelillos feos de la nariz (que no nos gustan a nadie), ¿para qué sirven? Pues sirven para impedir la entrada de polvo con patógenos y bichitos malos en las fosas nasales y el sistema respiratorio. Así que, hacedme el favor, metrosexuales que estáis leyendo ahora el libro (que aunque no os vea sé que sois muchos): ¡no os depiléis! ¡Por Dios y por la Santísima Virgen de la Epilady! No os quitéis todos los pelos, que los pelos Pro-te-gen.

Pero, en comparación con los animales y nosotros, los tricomas de las plantas son mucho mejores. Porque no solo sirven a las plantas como barrera mecánica defensiva, sino que son pequeñas fábricas de compuestos raros que sirven para proteger a las plantas del ataque de los depredadores.

Para que lo entiendas mejor, te pondré un ejemplo.

Imagina (sí, lo siento, este monólogo es de imaginar mucho), imagina, digo, un objeto verde, alargado, con una parte del cuerpo más ensanchada, y no, no estoy hablando de una botella de Heineken. Es un ser vivo, un individuo peculiar con forma de gusano verde, pero microscópico, conocido con el nombre de Plasmodium Falciparum. Aunque sus amigos (los pocos que tiene) le llaman Falci. Te imaginarás a Falci bonito, incluso con cara de buen tipo, pero es mejor que no te fíes de él, porque este personaje es malo, ¡muy malo! Y es que Falci es el responsable de causar la muerte a más de un millón de personas al año. Sí, sí, como te lo cuento. Falci es una de las especies de parásitos del género Plasmodium que causa… ¡la malaria! El muy pillo usa como medio de transporte a un tipo de mosquito (Anopheles). Cuando nos pica, dicho Falci se mete primero en nuestro hígado, donde se reproduce formando miles de Falcis. Si la enfermedad no se trata o no se trata a tiempo, la cosa se pone fea, y aparte de averiarnos permanentemente el hígado, los Falcis liberados infectan otra vez a los glóbulos rojos, las células que llevan el oxígeno en la sangre.  Y a través de la sangre los Falcis se hacen la fiesta, pueden pasar a otros órganos y averiarlos también. Y ahí ya no hay nada que hacer, lo que los científicos llamamos el GOT (Game Over Total): muerte segura.

Pues bien, el primer compuesto para tratar la malaria que se descubrió hace siglos fue la quinina.

Y ¿de dónde sale esta quinina? Pues de dónde va a ser: de las plantas, ¡que son geniales! De la corteza de un árbol del piedemonte amazónico que se llama chinchona y que fue descubierto por los quechuas. ¿Quiénes? Los quechuas, sí, ¡los quechuas! Se usó la quinina durante siglos con muy buenos resultados e incluso se produjo a gran escala mediante síntesis química. De hecho, cosas que nunca nos imaginaríamos que tuvieran quinina la tienen, como la tónica, que es agua carbonatada con quinina, y ya la usaban los colonos británicos en la India para protegerse de la malaria. Así que ya sabes, si algún día estás en plan vago, repantingado tomando a relaxing cup of… gintonic… y se acerca el típico amigo pesado, ese que tenemos todos en mente, que siempre viene en plan negativo, amargado (el que llamas «la voz de mi conciencia»), y dice:

—Amigo mío, este es el cuarto gintonic que llevas esta noche. ¡Por favor, para ya!

Miradle mal, muy mal, y contestadle:

—Ven aquí, hermoso, que me parece a mí que no sabes nada de la vida. ¿Tú sabes lo que estoy aprendiendo con este libro? Primero, que el alcohol desinfecta y, segundo, que la tónica tiene quinina que mata al bicho de la malaria; así que anda, anda, anda, vete a la barra y me pides otra copa.

Aunque ya sabes, en época de crisis no todo iban a ser buenas noticias. Debido al mal uso de la quinina sintética por parte de algunas farmacéuticas y gobiernos, el parásito de la malaria, nuestro Falci asqueroso, se ha hecho resistente a ella en muchos sitios del mundo. Y pensarás: «¿A mí qué más me da, si aquí no hay malaria?». ¡Ay, insolidario! Pues que sepas que debido al cambio climático se ha estimado que en pocos años la malaria se extenderá hasta donde vives. ¿Qué me dices ahora, a que ya te interesa más?

Pero, como las plantas son más listas que el hambre, llegó otra planta llamada Artemisia annua, que viene del lejano Oriente, de China nada más y nada menos. El caso es que esta planta se enteró de la noticia de la pérdida de efectividad de la quinina y, como era muy cotillusca, vamos, muy de lengua larga, se reunió con sus plantas vecinas y les dijo con la voz cursi que le caracterizaba (imagínate a la planta con voz de niña bien):

—Ey, chicas, ¿os habéis enterado? ¡Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte! Pues resulta que la quinina, que es el principio activo que produce nuestra colega la chinchona, ya no sirve para casi nada. Os lo juro por Arturo, así que me he dicho a mí misma: «Artemisia, artemisinina, tienes que producir algo, algo bueno de verdad».

Sí, la planta nos salió así, ¡qué le vamos a hacer! De hecho en el reino vegetal es conocida como… ¡la París Hilton de las plantas! Planta de alcurnia, pero espabilada, y es que le dio por producir en sus tricomas o pelillos la sustancia antimalárica que la Organización Mundial de la Salud recomienda actualmente para tratar la enfermedad. Y la verdad es que está dando resultados espectaculares. Sí, una plantita que creció con privilegios… ¡Pero que de tonta no tiene un pelo!.

 

A propósito de «La planta, cuanto más peluda, más ayuda»

LOS TRICOMAS VEGETALES

Y SUS MÚLTIPLES

APLICACIONES MEDICINALES


Los tricomas son protuberancias epidérmicas especializadas, localizadas en las superficies de hojas y otros órganos aéreos de muchas plantas. . O sea, que los pelos de las plantas están por todos lados. La razón de ser de los tricomas es o bien proteger las plantas contra el ataque indiscriminado y poco ético de insectos, virus y demás bichillos; o bien regular la temperatura del interior de la planta para paliar en verano el exceso de luz y la pérdida de agua. Claro que, como las plantas no son capaces de andar, de darse a la fuga cuando se presenta un problema, pues han ideado un sistema de defensa contra todo eso sin moverse de su parcela de tierra. El 70 por ciento de las especies de plantas tienen tricomas. Estos tricomas son capaces de sintetizar, almacenar y secretar grandes cantidades de sustancias raras, llamadas
metabolitos secundarios. Los metabolitos secundarios producidos en los tricomas suelen ser tóxicos y sirven para proteger a la planta contra todas sus calamidades. Pero estas sustancias tienen aplicaciones muy variopintas:

¡Marchando una de ejemplos culinarios! El lúpulo (Humulus lupulus), la planta que se usa para dar el sabor específico de amargor a la cerveza (Birrus birri), que hace que de pequeños no nos guste mucho y después nos guste demasiado. Pues bien, esa sustancia amarga es producida únicamente en sus tricomas. Lo mismo pasa con el sabor característico de los mojitos, y es que el sabor tan peculiar de la hierbabuena y de la menta se produce en los tricomas. Si pasamos de los sabores a los olores, vemos que la fragancia típica de muchas plantas aromáticas como la lavanda, el tomillo, el romero y demás viene de sustancias sintetizadas mayoritariamente, y en muchos casos exclusivamente, en los tricomas. Otro ejemplo que quizá te podría interesar, aunque la siguiente planta es casi un misterio para la humanidad y dudo mucho que, fuera del ámbito estrictamente científico, alguien la conozca. Pues bien, recientemente se ha descubierto que la planta Cannabis sativa (más conocida como la maría) produce las sustancias terapéuticas con efecto psicotrópico como el tetrahidrocannabinol (THC) y otros cannabinoides tan solo en uno de los tres tipos de tricomas que tiene.

Ya estoy viendo a alguno sonreír y pensando: «Ah, por fin se pone interesante lo de los pelos de las plantas». ¡Ay, cómo lo sabía yo! ¡Viciosillos!

Desde hace siglos se conoce la planta Artemisia annua, que se ha estado usando en la medicina tradicional china para tratar fiebres, convulsiones y malaria. Te sonará este nombre porque estoy hablando de la planta insoportable del monólogo. Planta Artemisa annua. Pues, o sea, una planta que produce artemisinina (AN), un compuesto natural del tipo sesquiterpeno lactona, un compuesto raro, pero muy efectivo contra la malaria. La AN se produce solo en los tricomas de las hojas, yemas florales y flores de Artemisia. Además, recientemente se ha descubierto que la AN no solo es efectiva contra la malaria, sino que también tiene efectos citotóxicos y nocivos contra diferentes tipos de células cancerígenas. Es decir, mata las células malignas. Es especialmente efectiva contra cánceres de pecho, colon, renal, ovario, próstata, melanoma y leucemia. Pero volvamos a la malaria, ya que desde hace años la Organización Mundial de la Salud recomienda el uso de una «terapia base siempre en combinación con artemisinina» (ACT), un potente y eficiente tratamiento antipalúdico, que utiliza al menos dos antimaláricos, siempre incluyendo a la AN, que actúan sobre diversas dianas para evitar o al menos reducir el desarrollo de resistencias por parte del parásito de la malaria tipo Falci.

Sin embargo, el alto coste de esta AN sintetizada químicamente impide su completa distribución, sobre todo entre la población de países en desarrollo que son los más afectados por la malaria y que no pueden permitirse sus costes. Esta es una de las más poderosas razones para el uso de la planta Artemisia annua como antimalárico, su rentabilidad en comparación con otros tratamientos antimaláricos. Artemisia annua es una planta que puede cultivarse fácilmente en muchos ambientes. Desde regiones tropicales hasta regiones áridas. Y tarda de cinco a seis meses en crecer del todo.

Comparemos la efectividad de la planta de Artemisia annua con la AN sintetizada artificialmente. Uno de los beneficios de usar la planta Artemisia annua es que su crecimiento y costes de procesado son mínimos en comparación con la producción sintética de AN para el tratamiento ACT. Esto haría que la planta estuviera a disposición de toda la población mundial. Pero, por otro lado, una vez que el paciente ha contraído la enfermedad, el extracto de la planta no tiene un cien por cien de efectividad en el tratamiento contra la malaria. ¿Entonces, cuál debemos elegir? Al igual que pasó con la quinina y sus derivados, existe una gran preocupación en la comunidad científica, pues el parásito de la malaria puede hacerse resistente también a la AN natural o sintética. Por eso mucha gente se inclina por el uso de la AN sintética, ya que se encuentra en mayores dosis. Sin embargo, esta sustancia lleva usándose menos de veinte años y ya se están empezando a observar síntomas de resistencia si se usa solo como monoterapia y no como ACT. Por el contrario, las infusiones de extractos de planta se han usado en China desde hace más de mil años y Falci no ha sido capaz de desarrollar ninguna resistencia. Aunque suene muy extraño, esto podría explicarse por el simple hecho de que muchas plantas medicinales podrían considerarse como multiterapias. Por ejemplo, en el caso de la planta Artemisia annua no solo contiene artemisinina, sino otros compuestos como artemetina, casticina, cirsilineol, chrysoplenetina, sesquiterpenos y flavonoides que o bien tienen también propiedades antimaláricas, o si no poseen otras propiedades que fortalecen el sistema inmunitario de quien la toma. Además estas sustancias, aun encontrándose en bajas dosis, actúan en sinergia con la artemisinina haciendo que se reduzca la posibilidad de que el parásito desarrolle resistencia. Finalmente, el objetivo del uso de los extractos de la planta no es ser un sustituto de la AN sintética para el tratamiento ACT, sino ser un tratamiento complementario: primero para prevenir la malaria y después para tratar los casos primarios de dicha enfermedad. De este modo todo el mundo podría tener acceso a alguno de los tratamientos y al mismo tiempo se podría satisfacer la creciente demanda mundial de este producto.

 

Científicos sobre ruedas
Publicada por: El Ateneo
Edición: primera
ISBN: 9789500208505
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