jueves 28 de marzo de 2024
Cursos de periodismo

«Una memoria infalible», de Sébastien Martinez

Estamos acostumbrados a memorizar gracias a la repetición, la relectura y ese tipo de técnicas que no hacen otra cosa que aburrirnos. Pasan los años y nadie recuerda el orden de los planetas del sistema solar o en qué año fue la crisis del petróleo. Siempre admiramos a la gente que enumera sin fallar el listado cronológico de presidentes o el equipo completo de la selección argentina de fútbol del 78, mientras no podemos memorizar el número de teléfono de nuestro mejor amigo.

En este libro, el ingeniero y campeón de la memoria de Francia, Sébastien Martinez, muestra cómo reemplazar el fastidioso camino de la repetición por aquel, fabuloso, del arte de la memoria con técnicas prácticas y entretenidas que nos ayudarán a desarrollar maneras de asociación y conexión de datos, palabras, letras y números para que ya nada quede sujeto al olvido y podamos gozar de una memoria infalible sin tener que usar el smartphone.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

Capítulo cuatro – Crear su propio lenguaje

Cuantos más temas conocemos, más fácil es descu­brir temas nuevos. Cuanto más manejemos un tema en particular, menos dificultades tendremos para ad­quirir nuevos conocimientos de ese área. Un pianista virtuoso no solamente tendrá más facilidad para leer una nueva partitura, sino que también tocará más rá­pidamente cualquier otro instrumento. De la misma manera, un mecánico se valdrá de los secretos de una vieja motoneta comparando naturalmente la máqui­na con otra, aunque esta tenga cuatro ruedas. Crean­do conexiones abrimos el mundo de los posibles.

Si hay algo que todos manejamos es el lenguaje. Cuando usted lee “árbol”, visualiza naturalmente un tronco marrón recubierto de corteza, con ramas de las que brotan hojas, verdes o amarillas. Un árbol como los que dibujan los niños desde su más tierna infancia.

De la misma manera, cuando tiene que escri­birlo, usted inscribe sin pensar una serie de cinco letras: Á, R, B, O, L. Se trata del mismo proceso: asociar un sistema predefinido con una realidad que conoce.

Relacionando cualquier tipo de informaciones con esas letras o esos sonidos que nos son natura­les, podemos retener todo. Es el modo en que pro­ceden los cracks de la memoria para impregnarse de cartas, de imágenes abstractas, etcétera. Proba­blemente, usted todos los días deba afrontar infor­maciones simples que le cueste memorizar. Así es que este capítulo es para usted.

Me propongo exponer seis nuevos lenguajes que le permitirán, una vez adquiridos, aprender rápida­mente cifras, letras, cifras binarias, imágenes abs­tractas, cartas de juego y kanji japoneses.

 

Las cifras que susurraban a los hombres: el sistema mayor

A priori, las cifras no tienen mucho eco en nues­tra memoria. Lo cual no nos conviene, pues rigen el mundo en que vivimos. Códigos secretos, fechas históricas, números de teléfono, números de calle, indicadores de todo tipo… Como ya sabe, para re­tener una información, nada mejor que conectarla con los cinco sentidos. Ahora bien: ¿hay algo más abstracto que una cifra? En el primer capítulo he­mos visto un método simple para memorizar un código: 1045 3°B correspondía a Messi, al final de la II Guerra Mundial salvando trillizos bebés. Este código funciona con los números que tienen rela­ción con nuestra memoria colectiva o, por el contrario, con nuestra memoria personal. Si usted nació un 26 de agosto, retener 2608 es un juego de niños. ¿Pero qué pasa con las demás cifras, con las que jamás se han enganchado, de una u otra forma, en las rami­ficaciones de nuestra memoria?

Existe una técnica muy poderosa para memo­rizar largas listas de cifras o de nombres. Requiere dedicarle tiempo y, por lo tanto, paciencia. Efecti­vamente, requiere crear un alfabeto especial. Pero una vez que lo manejemos (muy rápidamente, para serle sincero) los decimales de pi ya no tendrán se­cretos para usted. ¿No me cree? Téngame confianza.

El principio consiste en asociar a una cifra o a un número una imagen que apele a nuestros cinco sentidos. Hay varios. El más utilizado, sobre todo por los atletas de la memoria, es un alfabeto que traduce las cifras de 00 a 99. Veamos cómo actúa este pase mágico cuyo autor es el matemático Pierre Hérigone (1580-1643 o 1644) y que Aimé Paris (1798-1866) formalizó, en el siglo XIX, hasta darle la forma que yo uso aquí. Hoy se lo llama «major system» o «sistema mayor».

El 0 corresponde al sonido «z» o «s» o “ce” (/z/ o /s/). Podemos pensar en la «z» de zapato.

El 1, a la «t» o a la «d» (/t/ o /d/). Tienen un trazo vertical en común.

El 2, a la «n» (/n/), que tiene dos patas.

El 3, a la «m» (/m/), que tiene tres.

El 4 a la r, que es la consonante fuerte en cuatro.

El 5, a la «l» (/l/), podemos formarla juntando cuatro dedos y estirando el pulgar, es decir, usando los cinco dedos.

El 6, a los sonidos «j», «ge» o «ch», esta asocia­ción es más difícil pero podemos pensar en su for­ma, el 6 parece una G mayúscula, ¿verdad?

El 7, a los sonidos «k» o «gu» o «ca» (/k/ o /gu/), la K7 lo ayudará a retenerlos.

El 8, a los sonidos «f» o «v» (/f/ o /v/): ¿acaso el dibujo del ocho y de la f cursiva no son similares?

El 9, a los sonidos «p» o «b» (/p/ o /b/), esto es la «p» en espejo o al revés.

Una vez que conocemos este alfabeto, el ejerci­cio consiste en transformar las cifras en una palabra que incluya las consonantes correspondientes (43: «r» y «m»), para luego, agregando vocales, encon­trar palabras que se transformarán a su vez en imá­genes (rama o rima, por ejemplo).

Así, al 11 le corresponderá una palabra cuyas dos primeras consonantes son una «d» o una «t»: un dato, dado, una tetera. Al 12, un tonel. Al 13, un tomate. Al 14, un tren, un dardo. Al 15, una tele, por ejemplo, o un talón, etcétera.

¿Recuerda el primer cuento que le conté? Esa curiosa historia del toro que tomaba té de tilo y luego al huir de un panal de abejas se protegía con un chal… ¿La tiene? ¿Casi? Tómese unos instantes para recordar el hilo del relato. ¿Qué le pasa al chal? Lo atrapa un maletín. ¿Y qué hay en el maletín? Sí, una víbora con su capa… Bajan a una mina… Le dejo reconstituir el final y escribir las palabras en este recuadro:

Tiene que haber recordado esta lista de palabras: toro, tilo, panal, chal, maletín, víbora, capa, mina, muffin, reja, nachos, rama, muffin, mina, capa, lazo, nabo, faro, tobogán, catapulta.

Ahora juguemos a decodificar: ¿Cuáles son las dos primeras consonantes pronunciadas de la pa­labra «toro»? «t» y «r». Es decir 1 y 4. ¿Y de «tilo»? «t» y «l», es decir 1 y 5. ¿De «panal»? «9» y «2», de chal, «ch» y «l», es decir 6 y 5. ¿De «maletín»? «m» y «l»… Y así sucesivamente.

De esta manera, con la historia del toro comple­ta, usted llega a una sucesión de números. Que, si pronunciamos estas palabras representan cuarenta de los decimales del número pi: 3,1415926535897932384626433832795028841971…

¿Increíble, no?

Asociada a una pizca de SAL, como en este caso, o a un palacio de memoria, la utilización de este alfabeto permite memorizar cantidades impresio­nantes de cifras. Resulta muy eficaz para los núme­ros de teléfono. Tomemos un número telefónico al azar, por ejemplo, para llamar de Argentina a Espa­ña (digamos a Madrid) 00 34 91 40 10 34 5. Unos minutos bastan para imaginar una pequeña histo­ria: Un hombre llamado César (0 para el sonido ce y 0 para el sonido s), atrapa mariposas (3 para la m y 4 para la r), desde su bote (9 y 1) mientras reza (4 y 0); luego se zambulle a nadar ( 2 y 1) y encuentra un tesoro (1 y 0) en el fondo del mar (3 y 4). Ríe (5) a carcajadas bajo el agua. ¿Le resulta muy complica­do? No lo es. Se trata de una mecanismo muy sim­ple, para el que se necesita solamente unos treinta minutos de inversión inicial. Media hora de trabajo para lograr un beneficio de por vida… Decodificar vale el esfuerzo.

Podemos detenernos en este punto. Una vez aprendido el alfabeto, basta con dedicarle, al prin­cipio, veinte segundos a cada codificación o deco­dificación para retener la sucesión de números que uno quiera. Pero también podemos ir más lejos automatizando este proceso. Porque una vez que usted asocie «15» a «tilo», será de por vida. Las ci­fras más bárbaras ya no tendrán secretos, sino que cobrarán repentinamente un sentido. También po­demos asociar por adelantado cada número, entre 00 y 99, con una imagen. En los campeonatos es frecuente que los competidores utilicen sistemas de 1000 imágenes (000-999) y hasta de 10.000 imá­genes. Por mi parte, estoy armando un alfabeto de 1000 imágenes. Esto significa que si leo 724, veo in­mediatamente un canario.

Si los atletas de la memoria podemos hacerlo, con mucho entrenamiento por supuesto, es que ningún límite biológico lo prohíbe. Piénselo: hay campeonatos todos los años y la inscripción está abierta.

 

Las fechas de mandato de los secretarios generales de la ONU

De la misma manera, ahora que usted conoce a los secretarios de la ONU en orden cronológico, para ser verdaderamente preciso y para estructu­rar mejor las informaciones contextuales e históri­cas necesarias solo le falta retener las fechas de sus mandatos.

En términos absolutos, habría que memorizar ya no cuatro, sino cinco cifras a la vez. Esto no es un problema en sí, pero hay algo más simple: como la ONU fue creada en la posguerra, en 1945, el siglo es el mismo para todos. Es decir que vamos a trabajar con los últimos dos números.

En cambio, si lógicamente las fechas debían su­cederse y un secretario ocupar el lugar de aquel que termina su mandato, no fue el caso de los dos pri­meros. A partir de U Thant, los mandatos terminan todos un 31 de diciembre: los nuevos secretarios entran en función al día siguiente, es decir el 1ro de enero del año siguiente. De esta manera, podemos limitarnos a memorizar el inicio de cada mandato. Le dejo adaptar estas nuevas informaciones al ca­mino que usted haya elegido tomar. También puede memorizarlo gracias al método de la SAL, creando una historia a partir de las imágenes correspon­dientes.

Trygve Lie, primer secretario general de 1946 (reja) a 1952 (lana): complete su lugar con las dos imágenes correspondientes al 46 y al 52.

Dag Hammarskjöld, secretario general de 1953 (loma) a 1961 (chato): solo le queda agregar la cifra 100

53 (y el 61 será memorizado gracias la fecha de ini­cio de mandato del secretario siguiente);

U Thant, secretario general de 1961 (chato) a 1971 (gato): agregue solamente el 61;

Kurt Waldheim, secretario general de 1972 (cana) a 1981 (foto): agregue el 72;

Javier Pérez de Cuéllar, secretario general de 1982 (vano) a 1991 (bate): agregue el 82;

Boutros Boutros-Ghali, secretario general de 1992 (panel) a 1996 (paje): agregue el 92;

Kofi Annan, secretario general de 1997 (pago) a 2006 (soja): agregue el 97;

Ban Ki-Moon, secretario general desde 2007 (saco): agregue el 07.

Una memoria infalible
¿Sería capaz de recitar de memoria las capitales de los países del mundo, los primeros cien decimales del número Pi? ¿Y los primeros cuarenta? ¿Las montañas más altas, los escritores ganadores del Premio Nobel? Quizás en este momento esté pensando en responder con una carcajada: ¡Imposible! Pero la realidad es que se equivoca.
Publicada por: Ediciones Paidós
Fecha de publicación: 02/01/2018
Edición: 1a
ISBN: 978-950-12-9558-0
Disponible en: Libro de bolsillo
- Publicidad -

Lo último