Y lo explica mejor que cualquier analista político. Que un outsider, con propuestas disparatadas como la dolarización y prometiendo arrasar con el Estado esté con grandes chances de ser Presidente de la Nación tiene relación directa con el descrédito de la dirigencia política tradicional. Alguien dirá que también lo explica «Chocolate» Rigau, por el puntero peronista sorprendido cobrando cuarenta y ocho sueldos de supuestos empleados legislativos con tarjetas de débito en la legislatura de La Plata. Y también lo puede explicar con claridad un Presidente que endeudó a varias generaciones de argentinos por 45 mil millones de dólares sin ninguna consecuencia judicial. Y tantas otras cosas más. Pero la imagen de Martín Insaurralde ostentando riqueza junto a una modelo en un yate que navega el Mediterráneo tiene una contundencia definitiva. Es la exacta caricatura de la llamada casta.
El ex Jefe de Gabinete de Axel Kicillof resume cuotas de impunidad, sospechas de corrupción e irresponsabilidad política. La difusión de sus fotos con Sofía Clérici entre regalos caros y champagne, mientras en la provincia que de Buenos Aires la pobreza alcanza a la mitad de la población resultan ofensivas y se constituyen como posibles indicios de delitos. El golpe al gobernador a veinte días de una elección crucial y el efecto sobre el candidato nacional, Sergio Massa, a un día del primer debate presidencial todavía no pudieron ser asimilados. Es difícil saber si afectarán el caudal electoral de los dos candidatos de Unión por la Patria, lo que está claro es que explican el malestar de amplios sectores de la población que se sienten estafados por quienes dicen que llegan a la política para representarlos y defenderlos.
Insaurralde enfrentará una serie de denuncias judiciales. Dirigentes opositores piden que se lo investigue por enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y evasión. El paseo por Marbella viene precedido de una versión periodística que indica que hizo un millonario acuerdo de divorcio con su exesposa Jesica Cirio. Massa y Kicillof pueden decir que con amigos como Insaurralde no les hacen falta enemigos.
Martín Insaurralde llegó al gabinete de Kicillof de la mano de la vicepresidenta Cristina Fernández y de su hijo, Máximo Kirchner, en una suerte de intervención al gobierno provincial después de la mala perfomance electoral de 2021. El lugar lo cedió Carlos Bianco, un hombre de confianza del gobernador que había hecho, en la campaña de 2019, una bandera de la austeridad, viajando en un Renault Clio por toda la provincia. Kicillof hace un par de semanas habló de “cantar una nueva canción” y recibió cuestionamientos del kirchnerismo. Si no comienza a entonarla pronto, se quedará sin escenario donde hacerlo: el viejo repertorio huele a podrido.