Texto de Karina Ivett Verdín-Amaro – Ilustrado por Catalina de Sanctis
Lluvia Pérez descubrió, con apenas cuatro años y bajo su primera tormenta, que su madre la nombró en honor a una de las dichas del desierto, y que ser Lluvia explicaba mucho de su identidad, como poder volverse líquida, sólida o gaseosa a lo largo del día.