viernes 19 de abril de 2024
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Adelanto de «Lectores rebeldes», de Graciela Bialet

¿Leer vale la pena? ¿Por qué? ¿Se puede construir un lector? ¿Qué leen los que leen? ¿Dónde? ¿Qué sentido tiene? ¿Forma lectores la escuela? No leer, ¿es un déficit educativo? Graciela Bialet nos ofrece en este libro un recorrido lleno de preguntas para los lectores rebeldes, para los inquietos o incorrectos lectores seriales, para todos aquellos que quieran pensar si leer literatura en la infancia importa. ¿Qué literatura? ¿Qué lecturas? Lectores rebeldes. Y razones por las que leer vale la pena reúne una serie de ensayos y anécdotas de la autora a lo largo de su camino profesional: encuentros con escritores y con alumnos, ideas sobre el mundo y las comunicaciones, una necesaria pedagogía de la lectura, literatura infantil y abuso sexual, y una invitación final al ejercicio de la memoria.

A continuación, un fragmento a modo de adelanto:

La lectura infantil del mundo tiene gigantes gestos literarios,
solo es cuestión de acercar libros y tiempos de escucha.
Como en esta escena de intercambios de ideas:

El inodoro tiene mucho que ver con el crecimiento de las personas

Con los chicos de primer grado ese año nos preguntamos “¿por qué crecíamos?, ¿cómo?”. Habíamos averiguado cuánto medíamos al nacer y marcamos nuestro tamaño actual en la pared, para comparar. Investigamos también con qué peso nacimos y lo tanteamos con objetos equivalentes. Hasta ahí, las cosas iban bien y eran divertidas. Pero siempre hay un preguntón rompiendo los esquemas.

Federico observaba callado a Ceci y a Facundo alzándose el uno a la otra y viceversa, midiendo así su peso. Ambos pesaban 25 kilos, “pero Facundo es más alto”, objetó la niña.

—Si él es más alto, ¿cómo es eso de que pesan igual? —preguntó casi gritando Fede, capitalizando el centro de atención de toda la clase que, al instante, se dispuso a hallar una respuesta a su certera duda.

Una nena con mirada de genio le dijo que se fijara mejor:

—Facundo es más alto, pero también más angosto —sentenció con la cinta métrica de costura que traía en la mano.

Hincado por la curiosidad, Fede tomó un piolín y midió las cinturas de sus dos compañeritos:

¡ERAN IGUALMENTE ANGOSTOS! ¡¿Cómo podía ser?!

—Es que los dos tienen seis años, pero cumplen en distintos días —contestó Ana sin conformar con su hipótesis a nadie más que a ella misma.

—Es que Facundo comió más —acotó Sofía.

—No, no… —interrumpió otro niño— si pesan lo mismo es porque comen igual.

Gustavo miró a todos con una sonrisa “sabedora” y apenas halló un hueco de silencio, aportó lo suyo:

—¡¿Pero qué dicen?!… ¿No vieron que la mamá de Facu es más alta que la de Ceci?

—Yo les voy a explicar cómo me enseñó mi papá que es médico —dijo Juan Pablo parándose sobre su silla:

—Todo lo que comemos va a la panza… —y sobándose la barriga, prosiguió—, el estómago se queda con la comida saludable, con lo bueno y entonces crecemos. Y todo lo malo, lo largamos con la pis y con la caca.

—¡Ah! ¡Eso es! —gritó emocionado Fede, cavilando:

—Lo pasa es que Cecilia come lo mismo que Facundo, sí, pero… ¡debe hacer más caca!… ¡Y por eso se queda más petisa!

Con la irrupción de la tecnología digital, los medios se globalizaron, al igual que las fronteras políticas y económicas del neoliberalismo, fortaleciendo sus barricadas como propagandistas del imperio mercantil multinacional que fue desdibujando las particularidades culturales originarias, en una suerte de mercado común para todo el mundo, reglados por los mismos gustos, la misma moneda, un mismo idioma.

Y así vamos, todos domesticados por juegos brutales, por las pantallas mercantilistas, por idénticas películas por cable o plataformas que nos inyectan culturalmente a quién amar, qué aspirar y a quién odiar, “sobre la base de un soporte ideológico que, al cabo de un tiempo, conforman para el niño una imagen de vida tan deformada como esclavizante”.

Los creadores de este mundo imperial y mediático han estudiado los mecanismos de penetración ideológica que provocan estos procesos de aculturación. El Plan Atlanta, denunciado por el expresidente uruguayo Raúl Sendic, es un ejemplo que da cuenta de la intencionalidad de estos mecanismos (en este caso con fines de estrategia política global).

La destrucción de la soberanía política y la independencia económica de las naciones llevadas a cabo con políticas neoliberales a partir de la década del 1970 fueron re-significadas por gobiernos nacionales, populares y democráticos, a partir del inicio del siglo XXI. Estas experiencias pusieron en relevancia la importancia de recuperar al Estado como herramienta para la inclusión, la igualdad, la distribución de las riquezas materiales, simbólicas y para la justicia social. El éxito de estos gobiernos tuvo como contraataque por parte del poder estrategias desestabilizadoras, como el Plan Atlanta 2012, con el fin de correrlos de la escena política. Para ello, entre otras tácticas, utilizó como dispositivos para alcanzar el fin a los medios de comunicación y la judicialización de la política.

En la actualidad, se pueden crear contenidos multimedia con avatares que a simple vista son tan reales que se convierten en personas idénticas a sí mismas, es decir, que es casi imposible distinguir un humano constituido por átomos (de carne y hueso), de uno representado en imágenes por tecnología de bits. Reconstrucciones de personas, voces, idiomas y eventos con informaciones creadas con inteligencia artificial. Un software que en línea puede producir contenido por encargo haciendo hablar, por ejemplo, hasta al mismísimo Shakespeare, o al Martín Fierro, o a cualquier líder político frente a nosotros, ya sea en pantalla o con formato de holograma. Esa tecnología ya está disponible, no es ciencia ficción.

Medios, libros y Literatura Infantil y Juvenil (LIJ): algunos casos

Este fenómeno tan visceral para nuestras sociedades es escasamente tratado en los libros para infancias. Hay poca ficción en literatura infantil y juvenil que aborde el verdadero conflicto de enajenación, procesos de aculturación e invisibilización que provocan los medios masivos de comunicación —omnipotentes y omnipresentes— cuando están al servicio de un poder con voz unívoca. Casi podría tratarse de un tema tabú o al menos escasamente explorado en los libros dedicados a los más jóvenes.

Solo a modo exploratorio y reflexivo, se propone a continuación el abordaje de tres casos (siempre el recorte de una realidad a estudiar es una mirada acotada), que podrían ser punta de lanza para más investigaciones, para necesarios razonamientos y quizás otras creaciones.

El primer texto que abordaremos es la novela juvenil Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, del catalán Jordi Sierra i Fabra (Paralelo cero, Bruño, 1998). Trata de un célebre fotógrafo (Chema), que es galardonado con un importante premio internacional, obtenido por la espeluznante foto de una matanza de indígenas en Chiapas (México) en la que se ve a una madre y a sus hijos tratando de huir. Pero luego, inexplicablemente, Chema termina suicidándose. Su hermano menor, Isaac, estudiante de periodismo, se pregunta el porqué de esa muerte en pleno éxito de su carrera como fotógrafo, y decide averiguar las posibles razones. La investigación lo llevará al corazón del conflicto, la selva Lacandona, donde la rebelión de todo un pueblo zapatista es reprimida por un inescrupuloso coronel Tejeda, con quien el reportero gráfico ha negociado una nota y la premiada foto, “deslizando” otro sentido a la información.

El libro consta de cuatro capítulos más un epílogo que van relatando en paralelo desde el momento en que a Isaac le informan de la muerte de su hermano Chema. A medida que avanza la historia, surge la investigación —propia del género negro— donde, además de las pistas sobre las causas de la muerte del periodista y fotógrafo de guerra, se visibiliza el contexto político de la lucha zapatista en México. El desenlace es revelador y dramático. En el epílogo, finalmente Isaac cuenta sus descubrimientos a Chema frente a su tumba: el reportero se ha suicidado porque no ha podido soportar en su conciencia el desequilibrio entre el punzante poder de la comunicación y a lo que él ha sido capaz de recurrir con tal de acceder a esa nota/foto (o sea, al éxito).

Se desnuda en este texto el horror (que pudo ser evitado) de una masacre desatada por un medio de comunicación masivo al servicio de un sistema con valores mercantiles y reglados por la meritocracia oportunista del mal periodismo.

El segundo texto revisado es una trilogía llamada Sol de noche, de la argentina Andrea Ferrari (Lo que leo, Santillana, 2015) compuesta por “La velocidad de la música”, “Las marcas de la mentira” y “El ruido del éxito”.

En “La velocidad de la música” aparece el personaje principal de la trilogía: Sol Linares, una adolescente hija de un periodista y de una fotógrafa inglesa fallecida misteriosamente, razón por la cual su familia prefiere dejar silenciado el pasado. Ella se escabulle en la redacción donde trabaja su padre, desea que la contraten y demostrarle que quiere y puede ser periodista. Sol es obcecada y aventurera. Halla su oportunidad cuando descubre el cadáver de un hombre cerca del hotel donde se hospeda un famoso cantante juvenil y mediático al que intentaba acceder. “Su primer muerto”, lo denomina, el uso del sensacionalismo como punta de lanza para entrar en los medios. Es a partir de ahí que se sumergirá en el mundo del periodismo policial inventándose una falsa identidad, en un blog que llevará adelante en secreto siguiendo pesquisas y revelaciones.

En “Las marcas de la mentira”, el tratamiento de los medios no es tan relevante. Pero en la tercera novela de la trilogía, “El ruido del éxito”, la televisión será el punto nodal. La historia desnuda las manipulaciones del discurso mediático a partir de un escándalo ocurrido en un reality show, donde una participante enfrenta la muerte ante las cámaras. Sol Linares, la joven periodista de la trilogía, desenmascara las ruindades humanas expuestas por los medios en este tipo de programas y los espejos mentirosos del éxito a cualquier costo, que se ofrecen como modelo social.

Por último, un libro álbum para niños más pequeños (siempre entendiendo que la verdadera LIJ es aquella que “también” leen los chicos).

La babirusa atómica de Joaquín Areta (escritor) y Magui Ledesma (ilustradora), editado por Pípala en 2016, es un libro álbum en el cual imagen y textos complementan sentidos y narrativas. Trata acerca de un ratón poderoso, Albert Mock, que es atacado por algo o alguien extraño (nunca aparece figurativamente): “Al no tener con quién descargar su furia, inventó la historia de un animal maligno”.

O sea, la construcción del enemigo como premisa, ¿y cómo lo hace?: “Le pidió a sus amigos de los diarios y la TV que escribieran libremente sobre el ataque”. Así aparece un enemigo: la babirucha atómica, que remite —cuasi metafóricamente con onomatopeyas contundentes— a la búsqueda y justificación de una guerra con el argumento de buscar bombas nucleares.

A partir de ahí, se ven en el álbum imágenes de gente con miedo, vidrieras rotas, pintadas “No a las babirusas” y también fábricas cerradas con carteles sobrepuestos de “Vote a MOCK”.

“Familias enteras comenzaron a creer cosas imposibles” y a manifestarse contra las babiruchas imaginarias. El señor Mock se erige como el redentor y planea intervenciones militares a países como Birmafastán y luego en Babiria. Todas sus acciones siempre están siendo televisadas. Al no hallar Babirusas, el señor Mock denuncia un nuevo ataque que supuestamente ha sufrido él en persona, y los medios realimentan el miedo a las Babirusas. Pero los habitantes de Babiria se organizaron con mucho ingenio y cooperando entre sencillas modistas y hasta con ingenieras en náutica, para disfrazar de Babirusas a los cerdos y asustar así a los invasores para que se vayan y les dejen vivir en paz. Mock, sus medios, sus milicias y sus miedos regresan a “resolver sus problemas, que después de todo, eran los asuntos de su país”. El final es muy gracioso y revelador, sorprendente y casi ridículo.

Es un libro en el que todos los elementos de la posverdad están presentes,​ o sea la distorsión deliberada de una realidad. ¿Con qué fin? Con el de modelar la opinión pública, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, creando una verdad mentirosa, alternativa, capaz de influir en actitudes antisociales.

Definitivamente, nuestra LIJ necesita seguir avanzando en la exploración de estas temáticas, porque como sabemos, la ficción siempre es un puente donde recrear nuevas maneras de encontrarnos.

Y va la anécdota con Juan Gelman…

Poesía de ciempiés

En 2011, en la Feria del Libro de Guadalajara, México, tuve la dicha de conocer y poder conversar con Juan Gelman, en la sala destinada a descanso de escritores invitados. Su poesía es un viaje a las entrañas de mi generación, arrasada por la última dictadura genocida en la Argentina. Como ya se sabe, el poeta padeció, durante el terrorismo de Estado, el secuestro y desaparición de su hijo Marcelo (20 años) y de su nuera María Claudia García (19), embarazada. Juan Gelman pasó veinticuatro años buscando a su nieta Macarena, nacida en cautiverio a quien le habían arrebatado su identidad. La halló en el 2000 en Montevideo, anotada como hija propia de un comisario de policía uruguayo.

Durante tres días, en la FIL de Guadalajara, asistí a todas las charlas y presentaciones de Juan Gelman y luego, tratando de pasar inadvertida lo seguía a esa sala íntima de la Feria, a la cual también podía acceder en mi condición de invitada. En una de esas ocasiones me atreví a servirle un café al poeta y él me agradeció incluso llamándome por mi nombre, que leyó en mi gafete. Entonces me animé a pedirle que me firmara el libro que acababa de presentar, el único para niños que publicó: El ciempiés y la araña, ilustrado por Eleonora Arroyo y coeditado por Conaculta y el Taller de Comunicación Gráfica.

Me preguntó a qué me dedicaba, le dije que a la LIJ. Él me miró con esos ojos grises transitados de largas tristezas y me comentó que lo suyo no eran los cuentos infantiles, pero no había podido negarse a publicar aquella historia que tantas veces había escuchado de boca de su madre: la de la araña que se encontró con el ciempiés y le preguntó cómo hacía para caminar con tantas patas. Si lo hacía así o asá, cuántas movía primero, cuántas después… y lo traumó con tanta información, cuando él solo quería caminar como un ciempiés, sin pensarlo tanto.

“Es apenas una historia mínima”, me dijo, “me da hasta pudor”.

Yo lo miraba extasiada: “Es pura poesía para seguir caminando”, respondí, y él me sonrió de despedida antes de que dos periodistas se entrometieran en nuestra breve charla y lo llevaran a una entrevista.

Ese 6 de diciembre, toda su humildad y su humanidad quedaron selladas para siempre en mi memoria, como un lenguaje de búsquedas más allá de cualquier frontera.

Lectores rebeldes
y razones por las que leer vale la pena
Publicada por: La Crujía
Fecha de publicación: 04/01/2023
Edición: primera
ISBN: 978-987-601-324-6
Disponible en: Libro de bolsillo
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